La moda ha hecho mucho daño al diseño. En apenas dos décadas se ha pasado de comprar objetos que duraban toda la vida a adquirir los diseñados con un ciclo de vida corto, como cualquier producto de temporada.

Siguiendo la estela de la moda, las empresas de diseño de producto intentan presentar colecciones frescas cada año, pero ni el ciclo de producción ni el coste de fabricación de un sofá o una lámpara justifican ni permiten hacer grandes gastos año tras año en decoración.

Y aun así, en tiempos de bonanza se hicieron locuras, con muebles más pensados para ocupar las portadas de las revistas que para el usuario. Ahora, todavía bajo la nube de la crisis, las colecciones de muebles se editan con más cuidado y sentido común que en los años del “todo vale”. Se ha acabado la euforia y -salvo los diseños extremos y barrocos dirigidos a mercados como el uso o los países del golfo Pérsico- se imponen la contención en las formas y los materiales.

El Salón del Mueble de Milán, donde diseñadores y comerciantes de todo el mundo acuden cada año para presentar sus nuevas ideas de decoración de interiores, es el mejor escaparate de las tendencias en este terreno. Y también uno de los principales causantes del estrés creativo al que se ven sometidas las empresas, que cada temporada tienen que sorprender con sus novedades (aunque algunas no se llegan a poner en producción jamás). Por sus 204.800 m2 pasan cada primavera cientos de miles de visitantes -357.212 este año-, sin contar con las muestras paralelas que se celebran en otros puntos de la ciudad.

Este año en Milán ha vuelto a hacerse patente que una estrategia para ser más comercial es apostar por lo seguro, de modo que se recurre a los archivos en busca de clásicos del diseño que reinterpretar, tanto piezas conocidas como obras maestras olvidadas.

Lo que realmente da carácter a un objeto no es sólo el color, sino su combinación con las texturas que aportan los materiales. Si ahora en las paletas reinan los rosas y los amarillos, el azul en todos sus tonos será el próximo rey. En cuanto a los estampados, se llenan de flores y de animales.

Cuanto más selváticos sean los motivos, mejor. Otro modo de adaptarse a un mercado deprimido y a las viviendas de tamaño menguante es el diseño de productos más pequeños y multifuncionales.

Asientos y mesas que también son contenedores, pufs que sirven de asiento y de mesita, sillas apilables que apenas ocupan espacio... Y si los que hacían los diseños más locos ahora se moderan, también hay lugar para el lujo donde menos se esperaba. Y en el otro extremo, el mármol y la piedra natural, materiales nobles por derecho propio que están de vuelta -aunque nunca se habían ido del todo-, tal vez por esa búsqueda de objetos duraderos y de calidad.

Inspiración natural

El universo vegetal vuelve a reinar en los interiores en el sentido más amplio. Al tanto porque regresan las plantas vivas de porte grande que el minimalismo había desterrado de muchos hogares. Tapizados, papeles pintados y menaje del hogar también se llenan de flores en su versión más llamativa y contrastada. Y en esa tendencia natural no faltan los animales, sea acompañando al mundo vegetal o como protagonistas. Las pajareras son ‘cool’, y los peces salen de los acuarios.

Metal precioso

Vuelve el dorado, eso sí, matizado y con menos brillos que antaño. En ambientes más industriales le acompañan el hierro, el estaño y, sobre todo, el cobre. Los cromados brillantes siguen, de momento, desterrados de las pasarelas de diseño.

Piedra intemporal

Considerado un material frío y un tanto opulento, el mármol está regresando a los interiores, y no sólo en las cocinas o los baños. Los nuevos diseños demuestran que es un material elegante, moderno y que también puede resultar ligero.