Recién cumplidos los 59 y barruntando, por lógica, un cambio de década, a Vincent Lindon aún le quedan trazas de aquel atractivo tipo de rostro áspero y difíciles maneras que reinó en el noir francés de los ochenta y noventa, al que las comedias coyunturales de Coline Serreau -La Crisis (1992), Caos (2001)- sirvieron de contrapunto y le espantaron el encasillamiento cuando su rostro, repetido hasta el hartazgo en la prensa rosa debido a su relación con Carolina de Mónaco, se hizo inmensamente popular en medio mundo.
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