Las manos de Alexadre Arrechea (Trinidad, Cuba, 1970) bien podrían ser las de un obrero de una forja. Acostumbradas a lidiar con materiales duros -ahora aficionadas al bronce-, revelan que ser artista es también un trabajo arduo. Reconoce tener “cierto espíritu faraónico” que le hace pensar en grande y preferir el formato amplio. “Me gusta, me divierte, las dimensiones del dibujo te hacen pensar en el espacio real”. Lo encontramos trabajando en una pieza a gran escala que, cuando tenga usted la revista en sus manos, ya estará instalada en una avenida de Brooklyn. Se trata de un proyecto para la bienal de Kansas. “El primero de arte público permanente en Nueva York”, explica. “Es importante poder construir una escultura permanente en esta ciudad, pero también potenciar el debate de la educación. Por eso he escogido la fachada de una escuela pública en Brooklyn”.