Bajo ese aspecto de político sexy y coqueto, Manuel Valls es un hombre culto que habla, lee y escribe con fluidez cinco lenguas. Se acaba de mudar de París a la calle París (en Barcelona), y su principal problema ha consistido en hacer hueco a su biblioteca. Dicen de él que, ante la adversidad, derrocha sangre fría y serenidad. Sus rivales le tildan de intransigente. Hijo de un pintor y de una maestra de escuela, el detonante de su candidatura a la alcaldía de Barcelona fue un mensaje de su madre: “Fill meu, recorda: roda el mon i torna al Born” (que podríamos traducir como: “Da la vuelta al mundo y regresa a casa”). Le molesta que aquellos que se jactaban de que un catalán llegase a primer ministro de Francia, hoy cuestionen su catalanidad. Este verano, además, le ha reservado una inesperada sorpresa: volver a vivir el amor en catalán. Esta vez con su nueva pareja, la economista y empresaria barcelonesa Susana Gallardo.