Vamos a hablar de monstruos. Tanto de los sagrados, que se permiten abrir la caja de Pandora o ponerse la cabeza de la Medusa, como de los mortales nacidos diferentes, los que casi nunca son avistados, salvo que se muestren en un circo ambulante de poca monta. Los primeros quitan el hipo gracias a sus infinitos recursos. Hablamos del gran prestidigitador Karl Lagerfeld, capaz de crear una playa soleada y lúdica para pasear a sus indolentes majorettes.