Antes de que existiera el amor, se creó el baile y la música. Pretextos primitivos que sirvieron para practicar los incipientes comienzos del arte de la seducción, y que se convertirían en parte indiscutible del amor. Este sentimiento salió de su crisálida en el siglo XII, cuando Andreas Capellanus escribió un tratado llamado De amore (El libro del amor cortés, en español) para mantener y conservar este tipo de relaciones en la corte, ya que el amor surgió fortuito y alejado del lecho marital. Desde que se publicara ese texto ha llovido, y mucho, el amor ha salido de las alcobas de las concubinas y de los pasillos de palacio, para imponerse ante el matrimonio de conveniencia como prueba fehaciente de la unión entre dos personas que se aman. Pero últimamente, parece ser que es más un contrato con fecha límite que una prueba de amor eterno.