Si un género artístico ha indagado de forma profunda en el tema de la identidad, ese ha sido, sin duda, el retrato. La búsqueda de nuestra propia esencia, de la representación del yo a través de la fotografía. Sin embargo, su uso social puede resultar (si cabe) más interesante: el retrato como mecanismo para afirmar o enjuiciar estereotipos sociales sobre el género, la clase social y la nacionalidad.