Pocas cosas me parecen tan deplorables como la visión de un escritor en camiseta. Me refiero a un escritor europeo o sudamericano, ya que los norteamericanos son una excepción por motivos históricos y se les concede la venia de ir en taparrabos y con un penacho de plumas. ¿Pero un europeo? Se lo consiento a Kundera -por tolerancia que no quede—, que las vestía muy ufano en sus años mozos, pero hay que perdonarle porque lo que quería evidentemente era mostrar los bíceps que esculpía en sacrificadas sesiones de pesas en el gimnasio.