Belén Esteban se siente renovada tras una etapa plagada de penumbras y "adicciones"; su resurgimiento mediático viene acompañado de proyectos, del libro "Ambiciones y reflexiones" (Espasa) y de deseos, como encontrar a un hombre parecido al Grey de "50 sombras" para disfrutar "como una loca".

Su relación con el torero Jesulín de Ubrique y sus desavenencias con la familia Janeiro la convirtieron en la musa del papel "couché" y en un prototipo de mujer luchadora, ideal para conmover al público.

La época en la que paseaba por la finca de Ambiciones, donde asegura en el libro que nunca fue bien recibida, es "historia" para ella, según ha reconocido hoy durante la presentación de su libro, en Madrid. Solo "algunas veces" los recuerdos recobran toda su fuerza y vuelven a herirla.

Los focos del plató de Ana Rosa Quintana fueron testigos de su meteórico ascenso al olimpo de las estrellas televisivas y la que fuera una típica chica de barrio se convirtió, de la noche a la mañana, en un fenómeno de masas con título real, "La princesa del pueblo".

Los grandes momentos que ha vivido en la pequeña pantalla, así como otras fases de su vida, marcan la esencia de su primer libro, que va por la segunda edición en dos días, según datos de la editorial, que no concreta la tirada de ejemplares.

A través de sus páginas se vislumbra a una Belén que se "abre en canal" para exorcizar sus demonios y recordar los momentos más alegres de su vida, como el nacimiento de esa hija por la que mata, Andrea Janeiro Esteban.

En su primera experiencia en el mundo editorial la ha acompañado un prologuista de lujo, su gran amigo Boris Izaguirre, quien le ha ayudado a escribir el libro a partir de conversaciones y entrevistas mantenidas en un clima de confianza, cercanía y "mucha emoción".

"'Ambiciones y reflexiones' relata la historia de una mujer que tiene que enfrentarse sola a un mundo empeñado en ser adverso", explica el columnista en el prólogo. Su madre, sus dos hermanos y sus mejores amigos la han apoyado hoy durante la presentación del libro.

Los problemas con las drogas, que la mantuvieron alejada de la televisión, y algunas de sus más sonadas relaciones sentimentales son parte de una biografía que, como todos los relatos humanos, se suscribe con dolor y alegría en diferentes porcentajes según la ocasión. "Ahora soy otra persona, me siento feliz", ha afirmado sonriendo.

La colaboradora de "Sálvame" se atreve en su libro a opinar -sin eufemismos, alto y claro- sobre temas políticos y sociales. Su transformación física y personal late en las páginas de una obra con la que la tertuliana se redime de algunos pecados, aunque las debilidades de las que habla no sean ni insólitas ni pecaminosas.

Simplemente, la vida quita y da, y esa es la conclusión de este testimonio que cuenta con algunos pasajes que la "avergüenzan" -sobre todo si está delante su madre, María del Carmen- y con otros que aún le conmueven el corazón, como el nacimiento de su querida Andrea, que hoy tiene 14 años y estudiará en el extranjero, según los últimos planes de su madre.

Belén Esteban es el perejil de todas las salsas y su fórmula de carisma, espontaneidad y falta de pelos en la lengua demuestra ante las cámaras que, sin ella, la salsa se vuelve desaborida y pierde adeptos, tal y como lo demuestran los picos de audiencia que registran los programas cuando la madrileña entra en escena.

Detrás del ídolo se esconde "una superviviente", según ha asegurado Izaguirre, pero también una madre y una hija que piensa en lo "orgulloso" que estaría su padre, ya fallecido, si leyera el libro. Sus admiradores le rinden pleitesía allá donde va y sus detractores no niegan que "la Esteban" sabe reinventarse.

Además de resurgir como ave fenix, la colaboradora de Telecinco sienta cátedra y deja frases para la memoria colectiva, como "Andreíta, cómete el pollo" o su consabido "¿Me entiendes?".

Aunque muchos la acusan de interpretar un personaje, quienes la conocen dicen que, precisamente, Belén Esteban ha triunfado "por ser ella misma". Su última hazaña es un libro que deja claro que la estela de una estrella puede atenuarse, pero nunca se apaga del todo.