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La modelo gijonesa Lucía Rivera le pone rostro a la salud mental

La hija de Blanca Romero detalla sus episodios de ansiedad y la depresión de su abuela para apelar a quien sufra patologías mentales a buscar ayuda

La modelo Lucía Rivera.

La modelo asturiana Lucía Rivera, hija de la también modelo y actriz Blanca Romero y del torero Cayetano Rivera Ordoñez, ha alzado la voz para apoyar la visibilización de la salud mental. Y no lo ha hecho en abstracto sino mostrando sus vivencias y las de su entorno. En un artículo escrito por la joven publicado en La Vanguardia Rivera admite que sufre desde muy joven de ansiedad, hasta el punto de que le ha modificado su capacidad de actuar. “He sufrido ansiedad desde muy pequeña. Al vivir con ella os diría que llegué a aceptarla y ni siquiera la reconocía”. Pero “un día me desperté y me encontraba apática. Al día siguiente tenía miedos que no reconocía, me costaba muchísimos socializar. Mi cerebro me estaba diciendo: ‘Basta, dame un respiro’”.

La modelo reflexiona sobre “el mundo frenético que nos toca vivir” y que se ha convertido en “uno de los grandes culpables de que la salud mental sea hoy la gran asignatura pendiente (...). Nos volvemos insensibles, pero también completamente frágiles, y la mochila de cada uno se va llenando por segundos”. Ahora tiene clara la importancia de “hacer caso a esas señales, porque si nuestra cabeza no está bien, todo lo demás se vuelve oscuro, gris, difícil... Y aunque la depresión durante la juventud la veamos lejana, puede estar más cerca de lo que creemos si no nos cuidamos”.

Rivera ha contado también cómo la enfermedad mental ha condicionado a su propia abuela, quien sufrió “una depresión junto con claustrofobia” posiblemente asociado al estrés que le generó un negocio de éxito que la familia tuvo en Gijón, el salón de té “Papá ganso”. “El trabajo la desbordó y los miedos irracionales se apoderaron de ella”, explica para añadir que tuvieron que pasar “muchos años” para que se recuperara. Rivera se detiene a considerar cómo los estereotipos –por ejemplo, llamar loco al deprimido– han servido para estigmatizar la salud mental y anima a toda la gente de su generación “a darle la importancia que se merece y a ir a terapia si la necesitan”.

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