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Julio Iglesias, el seductor de todos los tiempos
Un nuevo libro sobre el cantante, escrito con ironía y nostalgia, lo describe como el español más famoso del siglo XX junto a Dalí y Picasso

Julio Iglesias
Natalia Araguás
El listín rojo de las 3.000 mujeres que habían pasado “por la vida o al menos por la cama” de Julio Iglesias nunca existió: se trataba en realidad de una agenda Cartier de ese color que incluía teléfonos de agentes, músicos, empresarios y sí, también las mujeres con las que se había acostado, unas 400 según cálculos del propio Julio, en un ataque infrecuente de modestia. El accidente que truncó su carrera futbolística –le detuvo un disparo a Di Stéfano– sí sucedió, pero no fue para tanto. Sí lo fue el menos publicitado sarcoma que el cantante padeció en la médula espinal poco después, en noviembre de 1963: para curarle, su padre, camisa vieja además de doctor, movilizó a los médicos más eminentes del franquismo. Durante la convalecencia un enfermero le regaló una guitarra y así nació una estrella. Y a Gwendolyne, musa fundacional de un inagotable repertorio musical y amatorio, fue él quien la dejó en la distancia: la había conocido en Londres, mientras tocaba por los pubs ya recuperado, y la emplazó a esperarle en París, pronto se casarían. Pero el joven Julio resultó ser mucho mejor cantante que portero, por mucho que dijera aquel cura que le recomendó dedicarse al fútbol cuando quiso entrar en el coro del colegio. Hubo que decidir entre casarse con Gwendolyne -y tal vez ejercer la abogacía- o triunfar en la música. Y adivina.
Con buena documentación y mejor prosa, Ignacio Peyró (Madrid, 1980) desmonta algunos mitos de la biografía de Julio Iglesias con ‘El español que enamoró al mundo’ (Libros del Asteroide) para apuntalar la leyenda: nadie en nuestra historia ha conseguido mayor fama en el siglo XX salvo Dalí y Picasso, zanja ya en la primera página. Peyró, director del Instituto Cervantes en Roma –antes lo fue en Londres– y dedicado por norma general a traducir a Kipling y escribir el diccionario de la cultura inglesa ‘Pompa y circunstancia’, se ha tomado a pecho su primer ensayo pop y no practica con Julio Iglesias aquella mezcla de desdén y condescendencia con que han solido despacharle las mejores plumas españolas. Su libro destila ironía pero también genuina admiración antropológica. “Es posible que con otros cantantes quisiéramos cambiar el mundo, pero con los años llegamos a preguntarnos si no era más honesto limitarse, como Iglesias, a hacer feliz a la gente en las bodas”, reflexiona. El autor no ha conseguido, aclara nada más empezar, hablar con Julio Iglesias: contactó dos veces con él por vías formales y obtuvo la callada por respuesta. Sus cacareadas memorias habrá que seguir esperándolas: Peyró transita los caminos que ya recorrieron antes otros, entre los que destacan Óscar García Blesa y Hans Laguna.
Nunca moderno
Y sin embargo, ‘El español que enamoró al mundo’ es un libro efervescente, sobre todo en su primera mitad, antes de que “el nunca socialista Julio” hiciera las Américas, con insospechados aliados como Diana Ross y Willie Nelson y cantando villancicos en la Casa Blanca de los Reagan. Las prendas femeninas parecen trazar el destino del cantante, que “no va a ser moderno ni un solo minuto de su arte” y se foguea en su oficio en swinging Londres, más influido por la minifalda que por los Beatles, los Kinks o el primer Bowie, a los que contempla con “sublime indiferencia”. Luego triunfará en 1968 el festival de Benidorm, convertida en la capital del bikini en pleno aperturismo económico, y venderá su primer millón de discos en 1970.
El año de su despegue profesional coincide con el que conoce a Isabel Preysler, entonces una niña bien de Manila que para nada sospechaba “que iba a ser más famosa que el lince ibérico o el río Ebro”. Tras muchos amagos comenzaron a salir y, como corresponde a un portero, se casaron de penalti, bromea el autor. Y he aquí el único fracaso de Julio Iglesias, el de su primer matrimonio y paternidad: hastiada de sus continuas infidelidades y ausencias, Isabel Preysler le dejó en la cinta de maletas del aeropuerto de Madrid, cuando regresaba tras una gira en Argentina que hizo coincidir con maestría con el mundial de futbol del 78. El matrimonio naufragó y hubo que esperar décadas para que Julio Iglesias volviera a casarse. Cerró el círculo conociendo en 1990 a su segunda esposa, Miranda Rynsburger, una holandesa de 22 años, en otro aeropuerto, el de Yakarta (Indonesia).

Portada de 'Hola' de la separación de Julio Iglesias e Isabel Preysler / Hola
A sus 47 años ya estaba más sosegado y había dejado atrás la época de las tres ‘C’ (concierto, cena y culo), según la definió Fernán Martínez, uno de sus expublicistas. Juntos durante más de tres décadas, tienen cinco hijos en común, para los que el cantante ha estado más presente en su mansión de Indian Creek, la urbanización más exclusiva de Miami, que para Enrique Iglesias, que sacó su primer disco sin decirle nada con el dinero que le prestó su niñera.
‘El español que enamoró al mundo’ no elude las sombras de Julio Iglesias, pero tampoco las alarga. Apenas esboza los dudosos negocios del cantante en la Valencia de Zaplana o sus pocos remilgos para actuar en cualquier país del mundo donde le pagasen, con independencia de su respeto a los derechos humanos: de la Guinea de Obiang a un concierto en una cárcel chilena en plena dictadura de Pinochet. Por algo Forbes le calcula una fortuna entre los 750 y los 800 millones de euros, el único artista entre los 50 más ricos de España. Sobre cómo una masculinidad tan pasada de moda como la suya no ha sido jamás objeto de cancelación, Peyró aventura que, aparte de gentileza con sus amantes –“Al partir, un beso y un Cartier”, se titula uno de los capítulos– si de algo no se le puede acusar es de intentar engañar a nadie. Julio Iglesias ha permanecido perenne a través de las décadas, fiel a su estilo melifluo y seductor, a su esmoquin en los conciertos y a sus posados en '¡Hola!' vestido de indiano. Ahora además de un meme, es todo un clásico.
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