Ada Colau tiene facilidad de palabra y se expresa con fluidez y contundencia, por eso se ha convertido, aunque de forma extraoficial, en la portavoz en España de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Esta barcelonesa de 39 años, que la semana pasada estuvo en Nava en su primera visita a Asturias, es la cara más mediática del activismo antidesahucios y una de las impulsoras de los escraches. Su espíritu sindicalista le viene de lejos. Desde el año 2000 ha participado en «innumerables» manifestaciones. Es madre de un niño y vive de alquiler. No tiene ni casa ni coche. Y no le importa: «La sociedad de consumo nos ha hecho creer que para ser feliz hay que tener una casa, un coche y comprar mucho. Y el dinero no es la felicidad».

-Y entonces, ¿cómo es usted feliz?

-Viendo que es posible un mundo más justo y mejor, sabiendo que somos dueños de nuestro destino y que no estamos solos, que podemos cambiar las cosas. El consumo lo que ha generado es mucha soledad. Hoy, con esa regla, nuestra sociedad está empobrecida.

-¿Ha sido siempre tan combativa?

-Sí, lo llevo en el carácter. Desde el año 2000 vengo participando en muchas manifestaciones. Recuerdo, por ejemplo, la de la guerra, con Aznar. Siempre he tenido conciencia crítica y me he implicado socialmente.

-¿Cuándo se da cuenta del problema de la vivienda?

-Antes de la burbuja inmobiliaria. En 2006 empezamos con la plataforma «V de Vivienda» y hemos seguido hasta hoy. Todavía queda mucha lucha, pero hemos dado pasos muy grandes.

-¿Se considera una heroína social?

-No, para nada. No hay que ser ningún superhéroe para cambiar las cosas. La gente sencilla, de a pie, si se organiza, puede cambiar las cosas. Lo que sucede es que el poder nos ha querido convencer de que cambiar el sistema no es posible, de que no sirve de nada organizarse y de que todo pasa por nuestra culpa, por vivir por encima de nuestras posibilidades.

-¿Y eso no es verdad? ¿La responsabilidad no es también de la persona que firma la hipoteca?

-El problema es que a la gente se la engañó. Los bancos te decían que estabas haciendo la operación más segura, cuando en realidad estabas haciendo la operación más arriesgada de tu vida.

-Explíquese.

-El banco te hacía creer que, si no podías pagar la hipoteca, como mucho podías perder tu casa. Nadie te avisó de que te quedaba una deuda de por vida. Es más, te decían incluso que tu casa se revalorizaría y podrías incluso ganar dinero. Es un abuso cruel. Y ahora sólo asume responsabilidades la parte más débil, los ciudadanos. Ellos nada. Hay un desequilibrio brutal. Y no se puede permitir.

-¿Cómo puede uno enfrentarse a un banco?

-Es difícil, pero tienen un punto débil: su imagen pública. Cuando les tocas eso te hacen más caso. A lo mejor a una persona sola no la quieren atender, pero cuando va un grupo, suelen cambiar. Hemos hecho acciones así, pacíficas, que han desbloqueado negociaciones.

-Los bancos son necesarios para sostener una economía.

-Sí, pero debe haber un control democrático, unas reglas del juego. Aquí sólo existe la banca privada y hace lo que quiere. No puede ser que los bancos decidan que para acceder a una vivienda sea mediante una hipoteca. ¿Por qué no promovieron el régimen de alquiler? No interesaba. Eso no puede ser. Debe haber un control.

-¿Los escraches fueron un acierto?

-Totalmente, porque permitieron a los políticos visualizar esta crisis. Pero no fueron el plan A, sino que llegaron al final de un proceso muy largo. Agotamos todas las vías posibles: hablamos con partidos, con servicios sociales, hicimos propuestas de ley, recogimos el triple de firmas de las requeridas... Después de todo ese proceso de cuatro años y de generar un debate, no se nos escuchó. Y este Gobierno aprobó la ley que pedían los bancos y que iba contra los intereses de los ciudadanos. Sólo pedíamos que se nos escuchara en un momento de tramitación de una ley. Eso es algo normal en una democracia consolidada. Pero aquí no existe.

-¿Por qué sólo se los hacían a los políticos del PP?

-Porque fueron los únicos que no votaron a favor de nuestra proposición. El resto de partidos nos apoyó. Pero ellos tienen mayoría absoluta. Y así decidieron.

-A usted se le ha vinculado alguna vez con la izquierda radical.

-La única ideología que tenemos en la organización es la de la defensa de los derechos humanos. Hay votantes de todos los partidos. Nos han llamado terroristas cuando precisamente lo que hacemos es defender a la gente.

-¿Los escraches suponen una invasión de la intimidad?

-Eso es demagogia, un insulto a la inteligencia que, además, jurídicamente no se sostiene. ¿Por qué no ha prosperado ninguna demanda? ¿Los jueces también son terroristas entonces? Es una manifestación pacífica en la vía pública.

-¿Ha recibido alguna vez amenazas por ellos?

-Sí, y las demandas ya están debidamente interpuestas. Tendrán que responder en un Juzgado. Cristina Cifuentes (delegada del Gobierno en Madrid) me acusó de terrorista y María Dolores de Cospedal nos comparó con nazis. En cualquier país normal no les quedaría más remedio que dimitir.

-Usted, en el Congreso, llamó «criminal» al secretario general de la Asociación Española de la Banca (AEB), Javier Rodríguez Pellitero.

-Fui muy precisa y muy prudente en el uso de las palabras. Los directivos de las entidades financieras han sido criminales por muchos hechos concretos. Han estafado, engañado, robado. Con cláusulas abusivas, con preferentes, y lo peor de todo es que siguen ocupando el poder en los consejos de administración y en los gobiernos. No me arrepiento.

-¿A qué país debe imitar España en el problema de la vivienda?

-No hay un modelo perfecto, pero España es el peor ejemplo. No puede ser que España sea el país de Europa con más viviendas vacías y al mismo tiempo el que más desaloja, eso es una inmoralidad. Francia y Holanda tienen parque de viviendas sociales. Dinamarca, por ejemplo, tiene cooperativas de cesión de uso.

-¿De verdad cree que se puede cambiar el sistema?

-Si no creyéramos eso, la Humanidad no habría evolucionado y continuaríamos con la esclavitud en la Prehistoria. Todo está en nuestras manos. Los ciudadanos debemos decidir el futuro de cada país.

-Para eso hay elecciones cada cuatro años.

-Con esa fórmula nos han tomado el pelo. Los bancos y los políticos tienen tanta fuerza y viven tan bien que no renunciarán a su poder y a sus privilegios. Nunca. El cambio nos corresponde a nosotros, los ciudadanos.

-¿Y qué hay que hacer?

-No hay recetas mágicas. Es un proceso largo. La ciudadanía se debe organizar para defender sus derechos, hacer propuestas legislativas y vigilar al poder, gobierne quien gobierne. Hay que fortalecer la sociedad civil, organizaciones independientes de la política para que propongan y vigilen priorizando siempre el interés general. Hay que fomentar la participación ciudadana a través de referendum vinculantes. Y, sobre todo, hay que buscar una renovación democrática, acabar con el bipartidismo, sacar a los corruptos y promover otro tipo de fuerzas más transparentes.

-¿Nunca se ha planteado dar el salto a la política?

-No, porque esto es un movimiento ciudadano. Nuestra plataforma siempre ha presumido de independencia y no encaja, son cosas distintas.