Sofisticación a la orilla del mar

Las zonas costeras tienen su propio código de vestimenta. No es lo mismo una playa que otra pero está claro que en todas impera la misma intención: conseguir una imagen sofisticadamente desarreglada desde la mañana a la noche. No es tan fácil. Si alguien piensa que es solamente cuestión de echar mano de los primeros shorts, camisetas o ligeros vestidos camiseros que aparezcan en el armario, cometerá el primer error.

La clave para que los cuellos se vuelvan al paso es estudiar un 'look' desarreglado sin dejar cabos sueltos. Para ello hay ciertas pautas imprescindibles. La primera de ellas es huir de las prendas ceñidas a la cintura, la segunda hacer caso omiso de los tacones de aguja, por tentadores que parezcan y la tercera no parecer disfrazadas para ir a la playa.

Una de las prendas útiles para lograr estos propósitos es la camisola blanca de lino o algodón, para llevar sola de mañana y acompañada de pantalones por la tarde, junto con el vestido 'doll' por encima de la rodilla en un estampado alegre. La camiseta de rayas marineras -siempre con manga larga o francesa- casa perfectamente con esas falditas blancas que parecen sacadas de un partido de tenis de Wimbledon, a la antigua usanza.

El estilo hippie ayuda, aunque usado de forma dosificada. Las maxi faldas se llevan mucho este año, preferiblemente con sandalias planas. En cambio las alpargatas de esparto y el calzado de estilo deportivo no están en su mejor momento.

Por la noche imperan los vestidos en tejidos vaporosos como gasas y sedas y las blusas con pantalones pitillos acompañados por bolsos-cartera en todos los colores. El amarillo y las tonalidades coral están en racha. Cuando refresca en el norte no puede faltar el chal que regresa tímidamente y se afianzará la próxima temporada.