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Las manos invisibles de la moda

Las modistas, la base de los diseños de alta costura, viven una nueva edad de oro | Los diseñadores reivindican a las "petites mains", costureras que cortan, cosen y adornan la ropa que sale a la pasarela

Las manos invisibles de la moda

Corría el verano de 2016 y Karl Lagerfeld, eterno director creativo de Chanel, dedicó el desfile de otoño a las costureras, "les petites mains", esas trabajadoras invisibles sin las que la alta moda sería imposible. Lagerfeld hizo visibles a las mujeres que puntada a puntada sacan adelante las colecciones y hacen brillar las ideas de los creadores. Y es que la característica que distingue a la alta costura del ready to wear es precisamente que en ella cada detalle está hecho a mano, cada puntada lleva detrás una historia de hilo y dedal.

Esas pequeñas manos llenas de talento y paciencia se reparten por todo el mundo y están bien representadas en Asturias, donde el oficio comenzaba tradicionalmente a edades muy tempranas. Toda madre intentaba que sus hijas aprendiesen a coser. Las que tenían especial predisposición se formaban como modistas. Pocas han visto sus nombres brillar, pero muchas han tenido la satisfacción de ver cómo sus creaciones lucían -y aún lo siguen haciendo- en los actos sociales de relumbrón y reuniones varias.

En Oviedo aún quedan talleres llenos de modistas que se dejan los ojos en los hilvanes. En realidad, la tradición "couturier" distingue dos tipos de talleres: el tailleur ateliers (sastrería) y flou ateliers (corte y confección). El del diseñador Marcos Luengo responde totalmente a esa herencia de la sastrería tradicional. Luengo cuida a sus modistas como a su propia vida y nunca se cansa de alabarlas. "Sin ellas no habría nada".

Luengo encontró en Ana Cristina Ribao Chao su complemento ideal en el taller. "Trabajo con Marcos desde hace quince años y entiendo muy bien sus ideas". Ana Cristina Ribao aprendió corte y confección de jovencita y poco a poco se animó a sacar patrones. Cuando se dio cuenta era modista y se dedicaba a hacer arreglos, un camino que siguen hoy en día muchas profesionales.

"El diseñador aporta las directrices y es importante respetarlas; yo voy preguntando a la hora de decidir el largo, o la altura de un escote". A su lado, Marcos Luengo la mira con orgullo. "Las modistas se encuentran mal, debería fomentarse la formación de buenos técnicos igual que se hace en otros países; aquí salen muchos diseñadores de las escuelas pero luego es difícil que encuentren trabajo". Luengo, que el próximo día 20 participará en el programa "Maestros de la costura" con Lorenzo Caprile, asegura que "no se necesitan tantas blogueras ni influencers, lo que requerimos es mano de obra cualificada".

Así que el diseñador moscón, Lagerfeld y el mismo Caprile reivindican una forma de trabajar alejada de alharacas y centrada en la calidad. "Me encuentro constantemente con expertos en moda que no saben distinguir el poliéster de la seda, es un aburrimiento", puntualiza.

"Coser da mucho trabajo, pero es gratificante", indica Ana Cristina Ribao. En el taller llevan a cabo el proceso completo. "Enriquecemos las telas como aplicaciones, hacemos bordados y lo que se tercie". La jefa de taller lamenta la escasez de jóvenes que se dedican al oficio. "Cada vez somos menos; ahora la gente tiene poca paciencia, quiere aprender todo muy rápido y eso no puede ser".

Aun así, y pese a la feroz competencia de las cadenas de moda a precios asequibles, las puntadas a mano tienen un encanto especial y dan una apariencia distinta a la ropa. Lo sabe bien Blanca Fernández, propietaria de un taller de costura en Oviedo. De sus máquinas salen colecciones completas que se exhiben en las pasarelas, como la que presentó hace unas semanas en Madrid el diseñador Ricardo Villoria.

En el taller también se cose a medida para las clientas. "Estamos cogiendo cierto nombre; vienen muchos alumnos de Diseño a hacernos encargos, lo que no hacemos es producción industrial", explica la modista.

Blanca Fernández Valdés montó una asociación de parados de mayores de 40 en 1994. Fue la semilla del negocio posterior. "Yo aprendí con 18 años porque mi madre decía que una mujer tenía que saber coser". Confiesa que le encanta ver sus modelos brillando en la pasarela. "No me importa que otro luzca con mi trabajo, esa es mi misión". Cuando trabaja con ideas propias siempre realiza un boceto. "La gente está un poco cansada de comprar ropa hecha y después tener que traerla para arreglarla; por eso nos piden cosas a la medida", relata.

"Muchos diseñadores buscan acabados de calidad, y eso es muy caro; en Asturias hubo una sastrería de referencia y ahora apenas queda", recalca Villoria. Programas como "Maestros de la costura" animan a la gente a coser. "Pero ante todo hace falta paciencia para aprender", señala el diseñador. Paciencia es precisamente lo que ha derrochado a largo de su vida la modista gijonesa Remedios Casavieja, conocida como "Mellos". A sus 67 años, ya jubilada, se dedica a observar lo que pasa a su alrededor. Antes de jubilarse cosió colecciones enteras para marcas que ahora son muy conocidas, como Miss Clementina y Belén Costales. "En este oficio hay que tener mucha paciencia; cada género es un mundo y son muchas horas de coser, descoser, probar en el maniquí?". Mellos no acaba de entender que un cortador no sepa coser y que una costurera no sepa cortar. "Eso no tiene ni pies ni cabeza".

Y empieza a hablar de los "ojales de trapo", que son los que tienen dos bieses, y de la forma de "picar" una solapa. "La calidad hay que pagarla. La costura a máquina no es igual; mi ropa nunca pareció de modista, siempre tuvo un toque especial".

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