Diluciones de principios activos naturales hasta que prácticamente son inexistentes en la composición, mangueras de agua por vía anal, imanes colocados sobre la superficie del cuerpo humano o diálogos con los ángeles. Todos ellos son ejemplos de pseudoterapias, en las que la mitad de los españoles cree, según estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas. Formas alternativas que médicos o gurús no sanitarios han planteado como opciones paralelas o complementarias a la medicina tradicional. Estos métodos están ahora en el ojo del huracán.

Cuatrocientos expertos de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas han firmado una carta en la que se insta al Ministerio de Sanidad, encabezado por la asturiana María Luisa Carcedo, a que actúe contra ellos. «Cómo es posible que alguien, para mejorar la salud del paciente, recete algo que no tiene indicaciones terapéuticas aprobadas y que muchas veces hace al enfermo abandonar el tratamiento médico real que le puede curar», proclama Teresa Bazús, neumóloga jubilada y segunda firmante de la carta.

Los que administran estas terapias defienden su profesionalidad y achacan los problemas surgidos «al intrusismo de personas no formadas». Bazús hace referencia a la homeopatía, una de las pseudoterapias más habituales, que apareció a finales del siglo XVII. "Los que la defienden hablan de que no hace ningún daño a la salud, que se ha hecho durante muchos años. Cuando se creó, la esperanza de vida era de 40 años. Con ella no se produce ningún avance en curación. Es a partir del desarrollo de los estudios clínicos y las investigaciones médicas cuando se consigue aumentar la esperanza de vida hasta los 80 años actuales", sentencia la doctora.

El naturista y homeópata Francisco Fernández Guisasola defiende estas terapias: «En todas las patologías hay unos tratamientos fundamentales protocolizados. En algunos casos se pueden completar; como para minimizar los efectos secundarios de la radioterapia o la quimioterapia».

Para justificar la validez de la homeopatía como terapia alternativa, recurre a los principios bajo los que se fundó. «Hipócrates tenía dos máximas, lo similar cura lo similar y cuanto más diluido está un principio activo más curativo es. Ésos son nuestros preceptos. La medicina homeopática coge lo similar, y la tradicional suele hacer lo contrario. Aunque a veces también usa lo similar, como en el caso de las radiaciones, que también pueden producir cáncer. Nosotros buscamos la mínima toxicidad, por eso se va diluyendo el principio activo hasta que al final no es tóxico, solamente es curativo», asegura Fernández Guisasola.

Estos principios en los que el homeópata sustenta el valor de su terapia son, para Teresa Valdés, presidenta de la Asociación de Divulgación Científica, «dos principios ilógicos, porque en sus pastillas no puede haber ni una sola molécula de principio activo, solo hay azúcar», rebate Valdés. El problema no reside en que la gente acuda a estas terapias alternativas, que mayoritariamente «no tienen efectos perjudiciales por sí mismas», como reconoce Bazús; sino «que el problema está en que abandonen el tratamiento por ellas, porque alguien les convenza de que pueden hacerlo».

Ante estas críticas, Fernández Guisasola responde que «el problema está en el intrusismo, ya que un médico especializado en homeopatía sabe lo que hace y cuándo son indicados estos tratamientos».

Esto no convence a Bazús ni a Valdés, que insisten en que los medicamentos homeopáticos no son medicamentos. «En abril de este año salió una normativa que lo regula. A partir de ese momento, lo que ocurre es que, si quieren que las medicinas homeopáticas se vendan como medicamentos, la Agencia Española de Medicamentos tendrá la potestad para decidir si lo son o no lo son. Si no pasan estos controles tendrán que ser vendidos como no médicas. En las cajas deberán señalar que se trata de un compuesto sin indicaciones terapéuticas aprobadas», comenta Bazús.

Sin embargo, Fernández Guisasola insiste en que, «los medicamentos homeopáticos, según la legislación europea, son medicamentos. Recetados por médicos y dispensados en farmacias». El homeópata justifica además este etiquetado impuesto por la Agencia Española del Medicamento.

Más allá de la homeopatía, que es quizá la menos polémica de las pseudoterapias, existen miles de variantes. Algunas como la acupuntura o las zumoterapias tienen una importante aceptación entre la población española. Según el sondeo de febrero de este año elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que incluyó por primera vez una docena de cuestiones en torno a técnicas y productos como la homeopatía y el reiki, sanación espiritual, casi el 60 % de los españoles creen en la acupuntura y un 52,7 % opina que la homeopatía funciona.

Perfil del usuario

Teniendo en cuenta las cifras, ¿cuál es el perfil del usuario de estas terapias? Bazús explica que, «estas personas suelen pertenecer a un estamento social y cultural medio alto. Se identifica con mujeres, empresarios y generalmente con gente que practica religiones minoritarias. Curiosamente más cercanos al centro izquierda y habitantes de ciudades». Esto se explica, según Bazús, por el factor económico. «Para usar la homeopatía necesitas invertir una cantidad de dinero que sería imposible para gente de clase media baja. Las personas de clase media suelen ir a herbolarios en ciudades. Los pobres que no tienen para pagar ni la luz. En vez de recurrir a estos compuestos de farmacia o a gurús terapéuticos, van al rastro y compran un cartucho de hierbas», relata Bazús.

Otro hecho muy criticado fue que el Ministerio de Trabajo impulsara y financiara un cursillo de homeopatía de cien horas. "Era un curso que solamente con verlo ya te lo decía todo. Naturaleza online, cien horas, destinado a profesionales o trabajadores (mancebos) de las oficinas de farmacia, también a aquella gente que se dedica al transporte de enfermos o accidentados en ambulancia y profesionales médicos de la sanidad privada... Y fue subvencionado con nuestro dinero", lamenta Bazús.

Hasta los pediatras advierten contra la aparición de movimientos que además de acudir a estas terapias también las compaginan con ciertos hábitos de alimentación y con la tendencia antivacunas. «En los círculos hablamos de nutripolleces, nutrimodas y nutriconsumismo», resume el pediatra Venancio Martínez, expresidente de la Sociedad Española de Pediatría.

Pseudoterapias

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