Se usa como colorante en dulces, golosinas, salsas e infinidad de productos procesados. El dióxido de titanio, más conocido como E-171, lleva décadas utilizándose en la industria alimentaria por su capacidad blanqueante. Es un colorante básico de algunos productos como el recubrimiento crujiente de chicles y otras golosinas. Sin embargo, ahora la Agencia Europa de Salud Alimentaria ha decidido considerarlo como un aditivo "no seguro" tras comprobar que una pequeña parte de este compuesto puede ser absorbida por el intestino delgado y acumularse en las células del cuerpo.

Genotoxidad

Este organismo europeo que vela por la seguridad alimentaria alerta ahora de que el dióxido de titanio podría acabar acumulándose en el cuerpo y llegar a producir pequeñas alternaciones en el ADN. Según la agencia, es necesario reevaluar el uso de este producto químico "al no poder descartar su genotoxidad". Se consideran genotóxicos aquellas sustancias que con el paso del tiempo consiguen dañar el ADN provocando pequeñas alteraciones en el código genético. Este daño celular podría tener graves consecuencias en algunos órganos que podría desarrollar lesiones.

La sospecha de que este aditivo blanqueador podría no ser tan seguro lleva sobre la mesa varios meses. Francia ya prohibió su uso en enero de 2020 y la OCU ha solicitado su retirada del mercado de forma inmediata.

Pese a la advertencia, lo cierto es que el riesgo para la salud es relativo. La utilización de este compuesto está muy extendida pero el porcentaje de absorción del mismo por parte del cuerpo es mínimo. No obstante, ahora deben ser las autoridades europeas la que decidan qué futuro tiene el E-171 en la industria de la alimentación.