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5 mitos sobre la playa que seguramente te han colado alguna vez

¿Qué es el famoso corte de digestión? ¿Más factor de protección significa mayor protección? estas y otras dudas tienen su respuesta en este artículo

Una familia en una playa de Formentera

En verano todo es especial y como no estamos acostumbrados a las vacaciones, tanto nuestras conversaciones como nuestros hábitos de consumo se llenan de bulos, rumores y lugares comunes. Desmontamos o confirmamos cinco creencias de la sabiduría popular sobre el sol, la playa y la siesta frente al mar.

¿Existe el famoso corte de digestión?

"Espérate dos horas hasta que hagas la digestión, que te puede dar un corte". Para muchos, este ha sido un mantra de la infancia que se ha repetido cada verano a la hora de la siesta. ¿Cuánto hay de verdad en esto? ¿Era una excusa barata de nuestros padres para que los dejáramos un rato tranquilos? 

En este caso, parece que el saber popular no es tan desacertado, pues se trata de una recomendación que hace incluso la Cruz Roja Española, quien en su web pide que se espere “un tiempo aproximado de dos horas (especialmente tras comidas copiosas) para prevenir el 'corte de digestión'. 

Ahora bien, ¿por qué son necesarias estas dos horas de pausa antes de saltar al agua? La explicación no tiene tanto que ver con las comidas que ingerimos en sí, sino más bien con la circulación de la sangre y la diferencia de "temperaturas entre el cuerpo (caliente) y el agua (fría)", indica María Jesús Esparza, portavoz de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) a través de un comunicado. Precisamente por esta diferencia, la asociación insiste en que es preferible llamarlo "hidrocución" y no "corte de digestión". Lo que ocurre es que, al entrar rápidamente en el agua, esta diferencia de temperatura provoca que los vasos sanguíneos se estrechen, y se reduzca el flujo sanguíneo al cerebro, lo que puede dar lugar a desmayos. 

¿En serio que la arena blanca nos quema más?

Otra creencia que habita en el imaginario colectivo es la de que las playas de arena blanca también hacen que nos quememos más. ¿Es verdad o es un bulo más? Eduardo Nagore Enguídanos, jefe clínico del servicio de Dermatología del Instituto Valenciano de Oncología (IVO), resuelve la incógnita: “El efecto que produce el entorno —ya sea la arena, el agua o la nieve— es de reflexión de la luz y refracción de la radiación ultravioleta, de manera que esta rebota, y nos llega muchísima más que cuando nos encontramos en otros entornos”. 

Eso significa, sigue, que, efectivamente, “la cantidad y la intensidad va a depender del color, por lo tanto, sí es cierto que la arena blanca y la nieve queman más” porque en vez de absorber la luz, la reflejan.

¿Es verdad que una cerveza fría nos refresca?

El primer sorbo de una cerveza bien fría es un clásico en un tórrido día de playa. Sin embargo, y a pesar de la satisfacción que genera a muchos, hemos investigado si realmente es beneficioso para mantener nuestro termostato a raya (ya sabemos que para nuestra salud no lo es). Y desgraciadamente la ciencia lo tiene claro: no solo no nos aporta ningún beneficio, sino que además puede ser contraproducente. Primero, porque la cerveza contiene alcohol, un compuesto que inhibe la producción de la hormona antidiurética (ADH, en inglés), que se encarga de mantener los líquidos corporales y evita la deshidratación. Cuando se inhibe al ingerir cerveza, por ejemplo, se bloquea su acción, y el riñón reabsorbe menos agua, haciendo que orinemos más y fomentando la deshidratación. 

Segundo, porque consumir cualquier bebida extremadamente fría (ya sea cerveza o cualquier otra cosa) no va a refrescarnos, sino todo lo contrario: el cuerpo debe estar alrededor de los 37ºC. Si se toma una bebida muy fría, y nos baja la temperatura corporal de golpe, nuestro organismo deberá ponerse en funcionamiento para volver a situarse a tal temperatura, lo que implica más gasto energético y nos acaloraremos. Justamente lo opuesto a lo que queremos conseguir.

¿Más factor de protección significa mayor protección?

Otro clásico del verano y de la playa es la crema solar. Es lógico: cada año, se registran en España unos 6.000 casos de melanoma, y es uno de los tumores que más está aumentando en incidencia en occidente. ¿Pero sabemos bien qué nos estamos echando cuando compramos una crema con SPF 30? ¿Hasta qué punto es mejor una de SPF 50?

Para empezar, tenemos que entender qué significa SPF y el numerito que le acompaña. Nagore nos saca de dudas: “El factor de protección solar (SPF, en inglés) de las cremas se mide viendo cuál es la cantidad de radiación solar que produce eritema (enrojecimiento de la piel) con la crema y sin la crema”. 

En el caso de las cremas con SPF 30, implica que son necesarias 30 veces más de energía para producir un enrojecimiento de la piel: “Esto quiere decir, a modo ilustrativo, que deja pasar una trigésima parte o 1 de cada 30 rayos de radiación ultravioleta. Por tanto, nos referimos a la capacidad de filtración”, indica Nagore. 

Por otro lado, y contrariamente a lo que se suele pensar, el experto recuerda que ese factor de protección “es totalmente independiente a la duración de su efecto”, que suele estar “en torno a dos horas en la mayoría de los fotoprotectores”. Lo que hace que una persona necesite un SPF mayor o menor depende más “del tipo de piel”.

¿Qué haya nubes hace que queme más el sol? 

Otro elemento que puede influir en el bronceado, según la sabiduría popular, es el tiempo que haga: ¿es cierto que con más nubes podemos ir más protegidos? No tan rápido: “Las nubes o el viento nos hacen tener falsa sensación de protección”, señala Nagore. “Concretamente, las nubes lo que filtran es la radiación infrarroja, que es la que produce calor en la piel. Sin embargo, lo que produce quemaduras es la radiación ultravioleta y esta sí pasa a través de las nubes”, concluye el experto. 

Algo similar ocurre con la brisa marina: puede parecer que nos quemamos menos, pero lo que ocurre es que simplemente se calienta menos nuestra piel porque el viento evita que pasemos tanto calor, pero en realidad, el cuerpo sigue recibiendo las radiaciones.

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