Tras las puertas del Hospital Reina Sofía de Murcia, una institución referencial del área VII del Servicio Murciano de Salud, se encuentra el equipo de farmacéuticos encargados de revisar y validar la totalidad de las prescripciones que se realizan en el centro, para garantizar la adecuación de la situación del paciente y sus necesidades terapéuticas, de manera que cada paciente reciba la medicación correcta de la forma más óptima posible.

Además de las prescripciones a pacientes hospitalizados -unos 3.500 medicamentos diarios,- se encargan del tratamiento de diagnósticos que requieren seguimiento y control, lo que se traduce en unas 16.000 dispensaciones anuales. No solamente deciden con el prescriptor qué tratamiento es el mejor para cada paciente, sino que también tutorizan a estos diagnosticados que no se encuentran ingresados, explicando a los pacientes cómo se tienen que tomar el tratamiento, qué efectos van a notar...

En ese sentido, se encargan de dar una atención que no sólo es personalizada, es personal, un valor fundamental en una especialidad farmacéutica que quizá sea de las más desconocidas.

Desde el equipo situado en el Reina Sofía se hace mucho hincapié en que "si los pacientes que ingresan conocieran lo individualizada que está la medicación que reciben, posiblemente se sentirían más seguros". La tranquilidad de saber, explican, que tras cada bandeja con medicamentos que entra en la habitación se encuentran cuarenta y seis profesionales -entre farmacéuticos, auxiliares, enfermeros, administrativos y celadores- velando por la optimización de su tratamiento a través de, por ejemplo, la determinación de fármacos en sangre, que permite conocer si el paciente necesita que se suba la dosis, que se disminuya, o incluso que se cambie porque no está haciendo efecto.

Una de las áreas protegidas de las instalaciones del Reina Sofía de Murcia. ISRAEL SÁNCHEZ

"«Los medicamentos más complejos no son como los ibuprofenos, cuya dosis son 500 gramos para todo el mundo", cuenta un trabajador del área, "sino que hay mucha variabilidad de un paciente a otro. Estudiarlos nos hace saber de antemano si van a responder al fármaco o no, lo que se traduce en una reducción de costes y una mejor dirección de la terapia".

Pero su función social no termina aquí. El Servicio de Farmacia Hospitalaria también cubre el vacío terapéutico de determinadas enfermedades minoritarias que no tienen tratamiento porque a la industria no le sale rentable comercializarlo.

Así, a través de la formulación magistral en su laboratorio, pueden tratar casos de pacientes con enfermedades minoritarias, aunque estos especialistas admiten que muchas veces "lograr dar con la materia prima es un auténtico desafío". Por ejemplo, a día de hoy cuentan que están pendientes de ver si pueden preparar una fórmula para tratar la esclerosis lateral amiotrófica, o ELA, a través de un fármaco que empezó a comercializarse, autorizado por la Agencia del Gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de medicamentos, pero que fue retirado a petición del laboratorio fabricante por su baja rentabilidad. En estos casos, el tratamiento "genera un vacío" al no existir en el mercado.