¿Qué es? La espondilitis anquilosante pertenece a un grupo de enfermedades reumáticas llamadas "espondiloartritis" que se caracterizan por dolor y rigidez en la columna vertebral. Tienen un fuerte componente hereditario asociado a la presencia de un gen llamado HLA B-27. Con frecuencia, estos pacientes sufren también dolor e inflamación en caderas, rodillas y pies, incluyendo inflamación del tendón de Aquiles. Además de los problemas articulares descritos, pueden tener manifestaciones cutáneas (psoriasis), oculares (uveítis) y digestivas (enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa).

Síntomas

El principal es el dolor lumbar que tiene unas características muy especiales: es nocturno y mejora con el movimiento, lo que obliga a los pacientes a levantarse y pasear por las noches. El proceso es lentamente progresivo. Se observado un retraso en el diagnóstico de unos seis años de media. Los síntomas suelen comenzar en la segunda o tercera década de la vida (edad media: 26 años), siendo excepcional su aparición a partir de 50 años.

Prevalencia

En Europa se estima que su prevalencia oscila entre el 0,5 y el 0,8% de la población. Es más frecuente en varones (de 3 a 5 veces más). La incidencia permanece estable, aunque han aumentado los diagnósticos debido a que la enfermedad es más conocida y se realiza una búsqueda activa en personas con síntomas característicos.

Relación laboral

No la hay. Además, teniendo en cuenta las características del dolor referidas, los pacientes con trabajos activos (no sedentarios) tienen menos síntomas durante la jornada laboral, lo que sumado a que el dolor se suele atribuir a la sobrecarga laboral provoca retrasos en el diagnóstico que deben evitarse.

Estilo de vida

En general, la espondilitis anquilosante no depende de los estilos de vida o tendencias. Sin embargo, otras enfermedades incluidas en el grupo de las espondiloartritis, relacionadas con infecciones de transmisión sexual, han aumentado de forma paralela a estos procesos. Tanto las infecciones por Chlamydia como por el VIH pueden desencadenar una espondiloartritis en individuos predispuestos genéticamente, lo que ha provocado un incremento de este subgrupo en las últimas décadas. Tampoco influye la climatología.

Prevención

La espondilitis anquilosante se produce cuando un individuo predispuesto genéticamente (HLA B27) sufre una alteración en su sistema inmunitario provocada por un agente desconocido. Por ejemplo, cambios en la flora bacteriana intestinal pueden desencadenar respuestas inmunológicas aberrantes que van a provocar y cronificar la enfermedad. Sin embargo, no se conocen los agentes concretos capaces de provocar esta alteración y, por tanto, no se puede hacer recomendaciones sobre prevención de la enfermedad. Lo más importante es la sospecha diagnóstica y el estudio adecuado para confirmar o descartar su presencia.

¿Cuándo ir al médico?

El diagnóstico debe ser rápido, antes de que la enfermedad haya avanzado y provocado anquilosis vertebral. Hay varias señales que nos pueden hacer sospechar una espondiloartritis: dolor vertebral nocturno que mejora con los movimientos, sobre todo en varones menores de 50 años. También la presencia de una tendinitis de tobillo que no se cura o cualquier inflamación articular de rodillas, tobillos y pies en el mismo grupo de edad. No debemos olvidar que estas enfermedades tienen gran tendencia a provocar síntomas fuera de las articulaciones, por ejemplo uveítis (inflamación ocular), psoriasis o inflamación intestinal. Si a todo ello le sumamos la presencia de antecedentes en la familia (padres o hermanos), ya casi tenemos el diagnóstico.

La atención primaria

El médico de atención primaria tiene un papel decisivo, ya que todos los pacientes con sospecha de sufrir una espondiloartritis deben ser valorados por el reumatólogo. El diagnóstico es sencillo en la mayoría de los casos.

Especialidad

Es el reumatólogo el que debe valorar siempre a un paciente con espondilitis. Aproximadamente un 30% de los casos van a necesitar tratamiento biológico, que solamente puede ser manejado en el nivel especializados. El 70% restante deberán ser seguidos de forma coordinada por el médico de atención primaria y por el reumatólogo, para actuar en caso de progresión de la enfermedad o aparición de manifestaciones extraarticulares.

Tratamiento

El tratamiento farmacológico siempre comienza por la prescripción de antiinflamatorios no esteroideos, siendo en esta enfermedad donde son más eficaces e incluso tienen un papel que retrasa la progresión de la anquilosis, algo que no se ha observado en ninguna otra enfermedad reumática. Siguiendo estrictos protocolos sanitarios, el paciente es evaluado y, en los casos más agresivos, se instaura tratamiento biológico. El arsenal disponibles de este tipo de fármacos es amplio y está aumentando conforme se van conociendo las moléculas implicadas en el daño articular. No existe tratamiento quirúrgico, pero sí es muy eficaz el tratamiento rehabilitador, que debe acompañar siempre al tratamiento farmacológico.

La medicación

No hace más de 15 años desde que se introdujo la terapia biológica. Antes de esta etapa, los pacientes con formas más agresivas de espondilitis estaban condenados a sufrir dolor y anquilosis de columna en un plazo corto, sin posibilidad alguna de tratamiento efectivo. Ahora, estos pacientes pueden realizar una vida normal e incluso participar en retos deportivos impensables antaño.