Debo reconocer que no las tenía todas conmigo con esto de la impresión 3D. De hecho ha sido la insistencia de muchos lectores de esta página durante meses „algo que realmente nos congratula„ lo que nos ha llevado a comprobar si realmente merece la pena esta tecnología.

Lo primero que conviene explicar es su funcionamiento. Una impresora 3D es en realidad un complejo y preciso mecanismo mecánico que, en conjunción con un software instalado en nuestro ordenador „PC, Mac y Linux„ nos permite crear objetos sólidos y tridimensionales a partir de diferentes tipos de materiales.

El proceso se inicia con un modelo digital en 3D. Pese a que ya hay escáneres 3D que nos pueden crear dicha imagen, lo más habitual es encontrarlos en diferentes webs de aficionados y profesionales de esta tecnología. Una vez descargado el archivo, el programa de la impresora lo disecciona en diferentes capas „a más capas, más tiempo y más precisión del objeto„ que son enviadas a la impresora.

Una vez la información está en la máquina, esta empieza a imprimir. Lo hace gracias a un rollo de plástico que lleva incorporado. Ese plástico -normalmente ABS- es fundido en un extrusor que se calienta hasta casi 300 ºC, y entonces el plástico fundido se va colocando milimétricamente sobre una plataforma móvil.

Lo cierto es que es casi mágico, y todos los que hemos podido ver en funcionamiento este tipo de impresoras no hemos podido más que sorprendernos con los objetos creados.

Pese a que la tecnología de impresión 3D no es nueva, ahora es cuando se empiezan a encontrar dispositivos a precios asequibles. Ahora bien, conviene saber que normalmente el aumento de precio tiene relación directa con el tamaño de la máquina. Cuanto mayor es esta, más grandes son las figuras que puede crear. Y se puede hacer de todo. Incluso un Donald Trump cabezón al más puro estilo de los Simpson.