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Los mensajes instantáneos ganan la batalla a las llamadas

Las aplicaciones se han convertido en el método hegemónico de comunicación entre los jóvenes - Es la llamada «generación muda»

Los mensajes instantáneos ganan la batalla a las llamadas

«Cuando hablo por teléfono todo va muy rápido. No puedo imaginar el rostro de la otra persona. No puedo seguir ese ritmo. Tienes que escuchar y responder en tiempo real… Tienes que escuchar las emociones en la voz de la persona con la que estás hablando». «Hablar por teléfono es lo peor. De inmediato me vuelvo incapaz. Cuando hablo por teléfono tengo que tener delante de mí un pequeño guión para saber qué decir».

Estos dos testimonios corresponden a estudiantes universitarias estadounidenses de cuarto curso y fueron recogidos por Sherry Turkle, psicóloga y profesora del MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en el libro En defensa de la conversación, donde desarrolla hasta qué punto la nueva era digital y la utilización masiva de smartphones está acabando con una de las más clásicas interacciones entre humanos: hablarse.

No sólo con la charla cara a cara. También con el hábito de hablar-escuchar por teléfono. Hoy, descolgar y conversar con alguien al otro lado de la línea es, a ojos de los jóvenes, algo viejuno. Si hay que comunicarse, que sea tecleando en una aplicación de mensajería instantánea. Son los tiempos de la llamada «generación muda».

Fobia a hablar por el móvil

Turkle recopiló los primeros testimonios de la fobia juvenil a hablar por teléfono en 2008, al poco de empezar a generalizarse el uso de teléfonos. (El iPhone se presentó el 29 de junio de 2007). Una década después, la sustitución de la conversación tradicional por el intercambio de mensajes escritos va camino de generalizarse. «La mensajería digital es nuestro principal medio de comunicación entre particulares», sentencia el informe Sociedad digital en España 2018 de Telefónica.

«En España, la gente cada vez habla menos por teléfono y utiliza cada vez más las aplicaciones de mensajería instantánea, que crecen de forma imparable como primera forma de comunicación», añade. El uso de mensajería instantánea duplica a las llamadas por móvil o fijo. De media entre todos los grupos de edad, un 60 % de los españoles mandan mensajes (sobre todo por WhatsApp, la aplicación hegemónica) varias veces al día. Por el móvil habla el 24% de la población y por el fijo sólo un 12%.

En el caso de los españoles que tienen entre 14 y 24 años no hay ninguna duda: el 96,8 % usa WhatsApp «como canal preferente para comunicarse con familiares y amigos». La mensajería instantánea se lo lleva todo a la hora de hablar (escribir) a otra persona, incluso por encima de las redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter, cuya utilidad para este tipo de comunicación cayó un 24 % en el último año.

¿Qué entraña comunicarse como ya lo está haciendo la generación muda? Esta nueva conversación, según Turkle, es «una experiencia sin fricción» (todas las que ofrece el entorno digital lo son) en la que se desploman los marcadores de empatía. No hay contacto real con el otro. Hay decenas de contactos en nuestros móviles y nos escribimos con muchos de ellos, pero la impermeabilidad del medio digital tiene a la gente a raya. Bloquearlos, la pena capital, una condena a la inexistencia digital, no cuesta nada.

«Si enviamos mensajes de texto en lugar de hablar, nos ofrecemos y tenemos a los demás en dosis que podemos controlar. Los mensajes de texto, los correos electrónicos y los ‘post’ nos permiten presentarnos a los demás como el yo que queremos ser. Podemos editar y retocar», dice Turkle. La autora preguntó a un joven en su último año de instituto por qué no seguía manteniendo el contacto al modo tradicional.

Control de lo que se dice

«¿Qué tiene de malo la conversación? ¡Ya te explico yo lo que tiene de malo la conversación! Ocurre en tiempo real y no puedes controlar lo que vas a decir», fue la respuesta. Las llamadas son molestas. En su investigación, Turkle constató que «cualquier cosa relacionada con la voz parece una interrupción». ¿Cuántos de ustedes han recibido este mensaje por WhatsApp: «¿Te puedo llamar?» Antes no se preguntaba. Se llamaba o no se llamaba.

Hablar por teléfono resulta «demasiado emocional», requiere mucha «improvisación». Trukle sostiene que se está abriendo una «brecha de empatía» que nos desconecta a unos de otros por culpa de una tecnología cuyo gran valor, supuestamente, es la conexión. La vida empieza a resultarnos «demasiado emocional».

Así estamos: «La conversación se desarrolla lentamente. Nos enseña a ser pacientes. Prestamos atención al tono y los matices. Cuando nos comunicamos a través de nuestros dispositivos digitales, adquirimos hábitos distintos. Al aumentar el volumen y la velocidad de nuestras conexiones digitales, exigimos respuestas inmediatas; reducimos la profundidad de nuestras comunicaciones, las simplificamos, incluso cuando tratamos los temas más importantes».

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