Siete de la tarde del viernes. El Ejército del Aire activa un 'scramble' ante una amenaza grave potencial: tres aeronaves de pequeño tamaño y tripulantes desconocidos activan las alarmas al sobrevolar la planta petroquímica de Repsol en Tarragona, en zona aérea excluida para ese tipo de aparato. Un F18 despega de su base y en veinte minutos alcanza su objetivo: visualmente se trata de tres ultraligeros de tercera generación (pequeñas avionetas) que no responden a la llamada por la frecuencia de emergencia ni hacen uso del 'transponder', el identificador de vuelo. El piloto militar aletea su F18 con el código internacional de interceptación y les anuncia, del mismo modo, que quedan bajo su control. Así, los escolta hasta el aeródromo de Castelló y les obliga a aterrizar. Amenaza neutralizada.

En realidad, no constituían una amenaza, sino que se aliaron la ignorancia y la legislación. Se trataba de tres amigos -dos alemanes de 52 y 53 años y un austriaco de 63- que habían programado unas vacaciones con sus ultraligeros al sur de España para asistir a la Feria de Jerez. Casi un chiste de no estar hablando de un asunto se seguridad nacional, ocurrido en plena invasión de Ucrania y en situación de alerta terrorista de nivel 4.

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