Una atronadora explosión de sonido ha detenido el tiempo en el corazón de Ontinyent. Durante cinco minutos solo había emociones a flor de piel, recuerdos evocados, pieles de gallina y éxtasis por el reencuentro de toda una ciudad con un himno silenciado durante 1.098 días por la pandemia que pone el colofón a la Entrada de Bandes y abre paso a los días más grandes de los Moros i Cristians.  

Los acordes de «Chimo» resonaron de nuevo interpretados al unísono por 24 bandas al completo que, como se fusionaran en una sola, movilizaron un torrente de un millar de músicos bajo la atenta escucha de la multitud congregada para captar el mágico momento, largamente esperado por los componentes de las comparsas de Moros i Cristians, que lo saborearon como si fuera la primera vez, como quien sabe que nunca volverá a vivir nada igual, aunque con un ojo puesto en el cielo y los dedos cruzados por si llovía.  «Es algo que no se puede explicar con palabras», resumía ayer un cargo festero. Al frente de la colosal formación musical se situó el laureado director Jaume Santonja (Bocairent, 1986), que llevaba tres años esperando para coger la batuta y que desde que fue escogido para el desafío no ha dejado de engrosar un espectacular currículum forjado en orquestas nacionales y europeas de primer nivel, como la Orchestra Sinfonica di Milano, en la que se estrenó en esta temporada como principal director invitado. 

Antes de hermanarse con la marcha mora del maestro José María Ferrero, las bandas compitieron entre sí desfilando con sus mejores galas y dando lo mejor en un concierto itinerante de pasodobles por las calles de Ontinyent a un ritmo trepidante, más veloz  que en otras ocasiones, quizás por las ganas que tenían los músicos de retomarlo o quizás por la amenaza de lluvia. Algunas piezas se han estrenado este año y otras tenían más de un siglo de vida.