La única duda con Pablo Fornals es simple: si él sabe lo bueno que es, si es consciente de lo realmente bueno que puede llegar a ser. Escasean en el mundo futbolistas de 22 años capaces de firmar en un ratito las dos obras de arte que firmó en San Mamés, anoche, el todocampista castellonense. Fornals maneja lo mismo el pincel que el mazo, con asombrosa naturalidad. Primero avisó en el alambre de la línea de cal, con un regate de fantasía a Iñigo Martínez, aperitivo de uno de esos goles que permanecen en la retina, una volea lejanísima e improbable que solo se le ocurrió a él, y que trazó una parábola perfecta, un rayo amarillo enmedio de la noche de San Mamés.

El gol de Fornals decantó un partido astutamente madurado por el Villarreal, que fue transitando por la noche encajando piezas en el puzle, creciendo y minimizando al rival hasta que no hubo réplica. El 0-3 definitivo, tras un pase interior fabuloso del propio Fornals, fue un premio de prestigio que puede reclamar, con justicia, el discutido Javi Calleja.

A veces los partidos van dando pistas falsas. La primera del Athletic fue la de toda la vida: balón aéreo a Raúl García y buscar la segunda jugada. Por ahí empezó todo: la primera de esas la ganó por alto García, marcando territorio. En la segunda no necesitó saltar, amagó con hacerlo, molestó al rival y la pelota llegó a Williams, libre de marca. En la tercera ya no se le acercó ningún futbolista del Villarreal y pareció la mejor opción, porque García la bajó y la continuación quedó en el limbo, sin huella en el área.

El Villarreal llegó a San Mamés con la lección aprendida y pulió su plan a medida que avanzó la tarde. La segunda pista falsa fueron las carreras de Williams al espacio, bien amarradas por los centrales, ayudados por la ceguera de los pasadores locales. La tercera pista fue la buena, la cuajada, y tuvo una cocción aparte, porque cuando el Athletic, mediante la tracción de Muniain, enlazó posesiones largas, el Villarreal se relamió para defenderlas, como quien escucha la pregunta del profesor en el cole y levanta rápido el brazo, porque la respuesta se la sabe. La jugada del Athletic se anudaba desde el centro y solía desembocar por la derecha, donde De Marcos lanzó a Capa y Williams, o por la izquierda, con Yuri cayendo también la misma tela de araña. Una y otra vez, inédito Asenjo en toda la primera parte, la jugada quedaba en nada.

El equipo de Calleja supo cómo hacer daño, además, paciente para esperar su momento. Solidario sin la pelota, las recuperaciones alumbraron transiciones cortas. Cada una de ellas mejoró al pasar por los pies de Gerard Moreno, y así llegaron las ocasiones. Las dos más claras: Gerard para Bacca y Bacca fuerza el córner, que Funes Mori cabecea fuera, totalmente solo, en el minuto 26; y Gerard la baja y la asea para Fornals, que dispara esquinado.

Acelerón

Tras el descanso, el partido adquirió otra velocidad. El Villarreal igualó la parcela de la posesión, y Fornals le hizo a Iñigo Martínez un regate lujoso, uno de los caramelos de la temporada, pero pronto pareció mejor no tener el balón que tenerlo. Una pérdida en la salida encendió la mecha de los problemas, en el minuto 54, con un tiro potente de Yuri, el primero del Athletic entre palos. No tembló Asenjo y tampoco en el córner siguiente, cuando tapó un cabezazo de Williams con un bloqueo de voleibol, a una mano.

El ir y venir propició una de las trampas de la vida: pasarte con el entusiasmo. En el minuto 66, Capa persiguió una pelota larga en un ataque de éxito imposible. Capa llegó al límite, mantuvo la pelota en el campo, y se llevó el aplauso más tramposo de todos los tiempos. Porque esa pelota que salvó Capa la recogió Víctor Ruiz, y pronto estaba de vuelta en el campo del Athletic. Allí, desde 45 metros, Fornals vio adelantado a Unai Simón. El resto es historia.