Situada en la encrucijada entre Galicia, León y Asturias encontramos la denominación de origen a la que vamos a dedicar hoy estas líneas: la leonesa DO Bierzo, llamada a dar algunas de las más importantes alegrías al vino español en los años venideros. No en balde, su influjo es tan grande que prácticamente todos los grandes enólogos españoles cuentan con proyectos en la región.

Una zona marcada fuertemente por el minifundismo en el viñedo y por algo tan personal e intransferible como es el terruño, el terroir por utilizar el término francés, que viene a ser la suma de aspectos físicos como la composición del suelo (en el caso del Bierzo, los viñedos se asientan sobre materiales del Mioceno recubiertos por una capa del cuaternario, de textura franco-limosa y moderadamente ácidos; los viñedos ubicados en ladera están constituidos por una mezcla de elementos gruesos, cuarcitas y pizarras, con poca materia orgánica), ubicación (factores como la influencia del río Sil, o la altitud de las viñas, que va de los 450 a los 800 metros), clima (a medio camino entre el gallego y el continental castellano-leonés), patrimonio varietal (dominado por la Mencía en tinto y por la Godello en blanco) y, aspecto fundamental, las prácticas sociales y culturales vinculadas a la vid y a la elaboración misma del vino.

Recientemente, la DO Bierzo ha dado un paso importante hacia la zonificación para segmentar su producción y acrecentar así el valor añadido del origen de sus vinos. Fruto de un arduo trabajo de investigación, la zonificación será (es) una herramienta de excepción también para el consumidor, si este la conoce, la comprende y la interioriza. De lo contrario puede acabar siendo un elemento que propicie entre el consumidor más confusión que otra cosa.

El sistema aprobado en la DO Bierzo cuenta con cinco niveles. Arranca con el «Vino de la Región», que supone la actual delimitación geográfica de la DO. Sube un peldaño con el «Vino de Villa», para el que la totalidad de la uva que se utilice debe proceder de parcelas que pertenezcan al municipio o pedanía en cuestión, además con un rendimiento en uva un 20% inferior al máximo fijado por la DO. El siguiente nivel en la segmentación de la producción corresponde al «Vino de Paraje», cuyas uvas provienen de un paraje reconocido y con rendimientos un 25% por debajo de los máximos. Se da un paso más con el «Vino de Viña Clasificada», elaborado con uvas de una misma parcela (o parcelas colindantes) de un mismo paraje reconocido y que al menos durante cinco años hayan sido tipificados como vinos de viña y cuya calidad haya sido reconocida por el Comité de Expertos del Consejo Regulador. El rendimiento de estos viñedos debe ser un 30% inferior al máximo general. La cúspide en este nuevo sistema ha de ser el «Gran Vino de Viña Clasificada», similar al anterior pero con una mayor gradación temporal (10 años de tipificación como vino de viña) y con un rendimiento un 35% inferior al máximo fijado.

Un gran paso dado por el Consejo Regulador y que ahora deben secundar las bodegas, asumiéndolo y divulgándolo. Es de esperar que esta nueva herramienta permita al consumidor disfrutar de los vinos más auténticos del Bierzo, esos que se caracterizan por una marcada salinidad y mineralidad. Fruto de unos viñedos (algunos de los más viejos de España) que transmiten como poco las características de la añada (en pocos sitios como en el Bierzo hay diferencias de perfil tan acusadas entre una añada y otra, hablándose incluso de añadas «atlánticas» y añadas «continentales»). Fruto también de prácticas tradicionales, como la vinificación con raspón (que solo es posible en la vendimia manual), en la que es clave la decisión del enólogo de qué cantidad de raspón entra a fermentar, amén de garantizar que ese escobajo que sostiene las uvas esté totalmente maduro, para evitar verdores desagradables.

Sin complejos, sin tabúes€ acérquense a los vinos de Bierzo. Descubran la paleta de Mencía con la que pintan las laderas de sus montes (desde jóvenes frutosos y vinos con crianza, elegantes y con poca extracción, hasta referencias que apuestan por la intensidad y la estructura), el equilibrio entre la fruta, la flor y los matices minerales que transmiten sus blancos de Godello (desde los vinos jóvenes, hasta aquellos que han tenido contacto con madera y con sus lías finas, que les confieren un gran potencial de guarda si tenemos la paciencia y la fuerza de voluntad de no descorcharlos antes).