Durante la última década, y posiblemente como consecuencia del cambio climático, han aumentado los viticultores y bodegueros que plantean el desarrollo de sus cultivos de vid bajo pautas ecológicas, lo que conlleva la imposibilidad de emplear tratamientos «tradicionales» basados en la acción de ciertos productos químicos para combatir las plagas y enfermedades más frecuentes en el viñedo.

Pero para que aquellos que apuestan por lo ecológico se conviertan en mayoría tuvo que haber algún precursor que abriese el camino investigando sobre sistemas capaces de suplir la acción de los productos químicos sin incidir negativamente en el entorno y el medio ambiente. Una de esas pioneras fue bodegas Enguera, una compañía de corte familiar que convierte en vino las uvas procedentes de 160 hectáreas de viñedo distribuidas entre Enguera y Fontanars dels Alforins, y lo hace desde hace más de una década con la certificación de cultivo ecológico.

Los ingenieros agrónomos Diego Fernández Pons y Juan Martínez Barberá se han tenido que emplear a fondo para solventar las trabas que surgían a medida que avanzaban en su apuesta por lo ecológico. Para luchar contra la polilla del racimo se planteó un estudio de campo que tenía por objetivo incrementar la población de murciélagos, cuya dieta se basa en la ingesta masiva de insectos. Este trabajo -y otros relacionados con la influencia de la cubierta vegetal en el viñedo, la protección solar de la vid o la huella de carbono de la bodega- se han enmarcado dentro del «Instituto de Viticultura Mediterránea de Bodegas Enguera (IVM)», un proyecto que ha servido para optimizar los recursos que ofrece la naturaleza para «equilibrar» la fauna de l entorno donde cultivan sus viñedos. La última iniciativa puesta en marcha desde el IVM ha sido un proyecto que tiene como objetivo reducir la presencia del mosquito verde, una plaga que ataca a la vid reduciendo su capacidad fotosintética, lo que deja sin energía a la planta.

Para minimizar su impacto los técnicos de la bodega llegaron a la conclusión de que otro insecto (una pequeña avispa parasitoide del huevo del mosquito verde) incidía en la reducción de la plaga por lo que les proporcionaron alimento y refugio. Su estrategia consistió en incrementar la biodiversidad en el viñedo por medio del establecimiento de plantas aromáticas en los márgenes para favorecer el control biológico del mosquito verde. Con el objetivo de conocer los beneficios específicos de cada clase de planta realizaron muestreos de insectos por medio de trampas pegajosas amarillas y aspiraciones. Los técnicos de Bodegas Enguera analizan las muestras en el laboratorio de ecología de la Universitat Politécnica de València, quien colabora activamente en este proyecto. Los resultados permiten conocer la incidencia de estas pequeñas avispas en el control del mosquito verde.

Para Rosa Vercher, especialista en ecología de plagas de la UPV, en la actualidad «no hay estudios suficientes sobre este asunto en la viticultura mediterránea, por lo que los resultados que se desprendan de esta investigación supondrán una innovación para todo el sector y contribuirá a una gestión de plagas mucho más sostenible».

Y es que para los responsables de Bodegas Enguera, tan importante es hacer buenos vinos como implantar métodos de trabajo que sirvan para contribuir a preservar nuestro entorno. A través de sus proyectos no sólo ponen su «granito de arena» en lo referente al cuidado del medio ambiente, sino que además sientan las bases para que las futuras generaciones de viticultores puedan seguir trabajando el viñedo de una manera más sostenible con la naturaleza, convirtiendo así el resultado de sus investigaciones en un legado para sus descendientes.