Los superhéroes de los que vengo a hablarles hoy no visten mallas, ni lucen capa ni antifaz. Sin embargo, tienen habilidades especiales, adquiridas (mejor heredadas) de generaciones de viticultores que les revelaron los secretos para cultivar la vid en condiciones extremas, con pendientes que en ocasiones rozan el 100% y que se asoman al vértigo constante de los cañones del río Sil, donde introducir cualquier ayuda mecánica, ni que sea un tractor, es imposible. Les hablo de los viticultores heroicos de la DO Ribeira Sacra, máximo exponente de esta viticultura «inverosímil» que también se practica en el Valle de Aosta o las laderas del Mosela, entre otros puntos del mundo.

Existe una definición para esta viticultura heroica, así es como se denomina, y que implica que el cultivo se lleve a cabo en condiciones orográficas que no permiten la mecanización, en viñedos de pequeña dimensión y, normalmente, en terrazas o bancales, condiciones climáticas adversas y un modelo productivo basado en uvas que se «escapan» de las grande corrientes internacionales. Coyunturas casi imposibles, pero sabemos que a la viña le va la marcha.

La DO Ribeira Sacra es la cuna de los héroes que queremos desenmascarar hoy. Una superficie de viñedo de transformación de 1.229 hectáreas repartidas en una veintena de municipios bordeando las riberas del Miño y del Sil, en el sur de Lugo y norte de Ourense. Unos ríos que labran la personalidad de la zona y que determinan mucho más que las prácticas culturales mediante las que la vid es cultivada, conducida y, sobre todo, vendimiada. Con cañones de fuerte verticalidad, que roza incluso el 100% de inclinación.

Si tenemos en consideración que los últimos datos que facilita el Consejo Regulador de la DO Ribeira Sacra hablan de 2.397 viticultores, podemos deducir que el tamaño medio de explotación es de poco más de media hectárea. Unas explotaciones que, obligadas por la orografía del terreno, se desarrollan en bancales, terrazas para salvar las pendientes.

Esta ribera sagrada cuenta con cinco subzonas (Amandi, Chantada, Quiroga-Bibei, Ribeiras do Miño y Ribeiras do Sil), cada una con unas condiciones de clima y de suelo propias, que confieren personalidad a sus vinos. Pese a la diversidad, la zona cuenta con un clima continental con clara influencia atlántica, donde los veranos son calurosos y prolongados y los otoños templados, lo que permite unas condiciones óptimas para la maduración de las uvas y dota de gran frescura a sus tintos. En general las viñas enraízan sobre suelos de base pizarrosa, que ganan en componentes graníticos en zonas de Chantada, Ribeiras do Miño y las Riberas do Sil.

Con una orografía como la que condiciona la viticultura en la Ribeira Sacra, la humedad en la zona es una constante, con medias que pueden superar el 70%, por lo que las parcelas cuya orientación permite mayor número de horas de sol son las más codiciadas (garantizan una mejor maduración y evitan la aparición de la cinsa, que es como se conoce al oídio en la zona, y otras enfermedades fúngicas). De hecho, mientras que en las laderas de umbría el bosque llega hasta el río, las vides son las que copan los bancales hasta los cursos fluviales. Algo que ya determinaron los romanos y que es frecuente en otras zonas como las del Mosela germano.

Así y todo, con ayuda de rieles y, fundamentalmente, de las espaldas de los vendimiadores, la última vendimia 2017 en la DO Ribeira Sacra se saldó con 5,5 millones de kilos de uva, que fueron transformados en 3,6 millones de litros, apenas 4,9 millones de botellas de vino. Una producción heroica y que ha recibido no hace mucho la calificación oficial de «Excelente», la segunda añada que consigue esta puntuación desde que en 1996 se creara oficialmente la DO (aunque cimienta su tradición en la presencia romana y en la labor monástica de la zona, que le otorgó su carácter «sacro»).

Una excelencia que tiene un muro sólido en forma de variedad tinta (Mencía) que cuenta con un contrafuerte en blanco (Godello). Las cifras hablan, de nuevo, por sí solas. En la última vendimia la variedad Mencía aportó 4,6 millones de kilos a un total de 5,2 millones de kilos de variedades tintas; mientras que de Godello se vendimiaron 234.574 kilos de un total de 329.356 kilos de variedades blancas.

Ambas son variedades presentes en otras zonas, pero aquí la Mencía es capaz de desarrollar vinos con mayor carga floral, incluso mineral (según zonas), elegantes y de elevada acidez; y la Godello permite vinos blancos bien estructurados y de acidez marcada que soportan desde elaboraciones básicas a trabajos con lías y pasos por barrica.