El río Segre, desde su nacimiento en la Alta Cerdaña francesa, establece, a su paso por la provincia de Lleida, desde el Pirineo, y hasta encontrarse con el Ebro, el nexo común que vertebra una denominación de origen tan diversa como la que hoy nos ocupa. Costers del Segre es heredera de una tradición milenaria de vino. Seguramente cuando el Segre era conocido como el Sicoris, en latín, muchas de las prácticas actuales no les serían extrañas.

Se trata de una DO vitivinícola peculiar. En primer lugar porque convive en un territorio, como Cataluña, en el que existen otras 10 denominaciones de origen de ámbito autonómico, más la suprautonómica DO Cava. Además, porque todo el área de producción de la DO Costers del Segre se encuentra en la provincia de Lleida, que es la única provincia catalana sin costa. Por ello, sus vinos son eminentemente de interior, con poca o nula influencia del Mediterráneo.

Tradición y espíritu emprendedor se conjugan en esta región que fue donde, por primera vez, se introdujeron cepas internacionales, como la Cabernet Sauvignon, la Merlot o la Chardonnay y se practicó la vitivinicultura empleando métodos y técnicas del denominado Nuevo Mundo, básicamente de California.

Es, además, una DO volcada y comprometida firmemente con la sostenibilidad. Cuenta con un programa de promoción de la sostenibilidad integral pionero en España al que se ha adherido ya el 80% de su producción (más de 3.200 hectáreas ). Un plan de sostenibilidad puesto en marcha en 2012, que vela por un cultivo sostenible de la viña y unas buenas prácticas en el ámbito social, medioambiental y económico. De hecho, con cifras cerradas a 2017, el 25% del viñedo de Costers del Segre está certificado como viñedo ecológico (el porcentaje apenas era del 10% hace cuatro años).

Pero es, sobre todo, una DO plural. Ya desde su nombre: Costers. El área ocupa 7 zonas bien diferenciadas y en ocasiones separadas entre sí como Artesa de Segre, Urgell, Garrigues, Pallars, Raimat, Segriá y Valls de Riu Corb. En total, poco más de 4.000 hectáreas de viña (se contaban alrededor de 120.000 antes de que llegara la filoxera a finales del siglo XIX). Diversidad de terroirs, climas y altitudes (pues oscilan desde los 200 metros de los costers con menos altitud, hasta la viticultura de montaña que representan viñedos que alcanzan cotas de hasta 1.100 metros).

Artesa de Segre y Pallars ocupan el extremo más al norte de la Denominación, y aquí la influencia de los Pirineos es más evidente. Por su parte, al este se extiende la subzona de Raimat, de menos altitud pero de clima continental. Es destacable que las características de los viñedos de más altitud de la DO se han convertido en una esperanza contra los efectos que el cambio climático pueda tener en los vinos de la zona. En esos 1.200 metros donde antes difícilmente maduraba la uva, ahora se alcanzan vinos de equilibrio.

En general, en la DO Costers del Segre las viñas crecen en suelos con gran componente calcáreo, con una proporción variable de arcilla, pobres en materia orgánica y óptimos, por tanto para una viticultura de calidad.

También es óptimo el clima continental que manda en la región, con un régimen de lluvias escaso y gran cantidad de horas de sol y unas diferencias térmicas, especialmente en la fase de maduración de la uva, muy elevadas. En las siete subzonas de la DO Costers del Segre no es extraño que en julio puedan registrarse mínimas de 15 grados y que éstas bajen hasta los 5 a finales de septiembre. Con estas condiciones, tanto espumosos, como blancos, rosados y tintos se benefician de una elevada acidez y de cargas aromáticas y sápidas muy importantes.

Es cuna de blancos afrutados y de buena acidez, generalmente con base de Macabeo y Parellada, pero en los que la Chardonnay ha encontrado muy buena expresión. En sus tintos, hasta hace poco dominados por las cepas de origen francés y vinificados buscando la estructura, van abriéndose paso las elaboraciones centradas en cepas autóctonas, como la Garnatxa negra o el Monastrell (aquí conocido como Monestrell o Garrut) y prácticas enológicas como la fermentación y crianza en tinas de barro, progresivo abandono de la barrica, especialmente en las variedades autóctonas, hacia materiales alternativos o incluso vinos que no ven otra cosa en su vinificación y crianza que el acero inoxidable. Son tintos equilibrados, intensos en aromas (destacan los apuntes cítricos en sus tintos y de hierbas aromáticas) y con óptima acidez y estructura.

Aunque es posible que hubiera unos años en los que las variedades foráneas ¿mejorantes? se sobrevaloraron (como en prácticamente toda la España vitivinícola, por cierto); la verdad es que el carácter Costers del Segre existe y esas variedades también forman parte de él. Y el mercado lo reconoce cuando a la DO Costers del Segre tan solo la supera en volumen de comercialización de vino tranquilo (es decir, descontando a Cava), la DO Catalunya y la DO Penedès.