La guinda: la rotación no asegura la calidad

Desconfío de los restaurantes donde no entra nadie. Aún cuando detrás de él halla un magnífico cocinero, sin rotación es difícil asegurar calidad. Me refiero a la materia prima. ¿Con qué valor vas a comprar la mercado si no estas de seguro de vender esa lubina que te está ofreciendo el pescadero? Sin embargo, que el restaurante esté lleno no asegura la calidad del producto. De hecho, en alguna ocasión algún restaurante de éxito me ha justificado que compra un producto mediocre porque no pueden encontrarlo de primera calidad en tanta cantidad como necesitaría. Una excusa barata. Con el comedor lleno y el bolsillo cubierto uno no tiene razones para no comprar fresco y al día. Y si se acaba, pues se ofrece otra cosa igual de buena y no pasa nada.

El sermón: cocina y sala, enemigos irreconciliables

He vivido muchas veces el enfrentamiento entre cocina y sala. El camarero pone a parir al cocinero y viceversa asignándole cada cual a su enemigo todos los males del restaurante. Es muy desagradable. Tanto como cuando un matrimonio mal avenido airea sus diferencias en una cena con amigos. Incómodo e inoportuno. Cuando nos pasa con los amigos se nos quitan las ganas de volver a cenar con ellos, cuando nos pasa con el restaurante se nos quitan las ganas de volver. Señores camareros, los trapos sucios se lavan en la trastienda. A mí, déjenme disfrutar tranquilo de mi comida.