La idea de encontrar la parcela ideal es un sueño que persigue a muchos enólogos desde que inician sus estudios. Algunos lo anhelan incluso antes de llegar a la universidad. Y solo unos pocos toman la determinación de seguir su instinto para crear vinos singulares a partir de viñedos especiales, de los de antes, de los que cada vez cuesta más encontrar por el abandono y arranque que ha arrollado parte del patrimonio vitícola de muchas zonas. Suelen ser parcelas en ladera, arrancadas a la montaña, cepas centenarias de exigua producción anti rentables para elaboraciones industriales y, en ocasiones, de variedades de vid minoritarias.

Los enólogos Víctor Marqués y Javi Revert se hicieron amigos cuando coincidieron trabajando en el equipo de una reconocida bodega valenciana. En la actualidad ambos desarrollan su actividad profesional en importantes firmas del sector, como en Casa Lo Alto, el interesante proyecto de Murviedro por parte de Marqués; o en Celler del Roure y en su propio proyecto personal en el caso de Revert.

Como si no pasase la suficiente cantidad de vino por sus manos han creado una nueva propuesta enológica que llaman La Comarcal, un proyecto que definen como de ´viticultura ambulante´. Se trata de elaborar las uvas de una parcela de características muy particulares, de cualquier lugar lo bastante próximo, y que el viñedo sea capaz de transmitir sus sensaciones al vino que salga de allí. Y para ello se basan en tres pilares, el terruño, sus ganas de aprender y la experiencia de la persona que lleva la viticultura de ese lugar.

Su primera propuesta en salir al mercado ha sido el ´Delmoro´ de 2017, un tinto joven procedente del entorno de la población de Venta del Moro, en el interior de la provincia de Valencia. Es lo que ellos entienden como un ´vino de pueblo´ haciendo un símil con los ´vin du village´ de las categorías de Borgoña, elaborado dentro de los límites de un pueblo determinado, o de un viñedo individual. Un vino hecho sin las más altas pretensiones pero que tiene todo lo que deberíamos exigir a un producto auténtico que debe reflejar su procedencia. Está hecho con una parte principal de Garnacha tinta, Bobal y Syrah (con algo de raspón). Un tinto de color cereza, muy abierto de capa y ribete violeta. Aroma a fruta roja, licoroso, floral, con recuerdo a plantas aromáticas y aceitunas negras. Con gran paladar, muy frutal y con frescura.

En breve saldrán 2.500 botellas de Carmen, un Bobal de un viñedo plantado en 1915 en el paraje La Vereda, en el término de Utiel, trabajado en biodinámico por una veterana viticultora (Carmen) que todavía conduce y labra con su tractor. A este seguirá un Garnacha del municipio de Bádenas, en la comarca turolense del Jiloca, en colaboración con Juan Vicente Alcañiz (San Alejandro, en Calatayud; y Rubus, en Rubielos de Mora). Y un ideal, «trabajar con amigos y que junto a ellos seamos capaces de embotellar lugares y momentos únicos».