Aislada en la cima de un cerro, la casa de labor surge rodeada de viñedos, almendros y bosques de pino y carrasca. Solo la superan durante el día las águilas reales y perdiceras, mientras que por la noche vigila el búho chico con su monótono canto.

El grupo Schenk, cuya filial española es Bodegas Murviedro, ha hecho resurgir uno de los mejores pagos del interior de la ribera del Mediterráneo al adquirir (2017) la finca Casa lo Alto con sus 60 hectáreas. Viejas tierras en la que familias enteras han dedicado su vida, generación tras generación, a dibujar con la reja del arado el paisaje de esta parte alta de la Rambla Albosa, en Venta del Moro, con una altitud media de 750 metros.

La diversidad de orientaciones de sus parcelas de viñas viejas y los diferentes suelos, arcillosos y de carbonato cálcico, influyen para que los vinos que salen de cada extremo de un mismo bancal ofrezcan notables diferencias. El enólogo Víctor Marqués y el capataz Cristóbal Ruiz han dado un giro radical al estilo de vinos que se elaboraban allí hasta ahora. Y no es que se hiciesen vinos mediocres en esta bodega, al contrario.

Pero los gustos cambian, y lo que comienza a salir de esta nueva época lo vemos ya en dos vinos fermentados con levaduras salvajes, como el Manzán, un Bobal de carácter varietal con fruta negra en sazón, violetas, especiados, regaliz, cuerpo medio y tanino presente; y el Rocha Candeal, un tinto de Garnacha, también fermentado en fudres de roble y depósitos de hormigón que tras su color granate abierto de capa muestra sutiles aromas a frutas rojas maduras, lácteo, violetas, higos, con sensación mineral. Es amable en el paladar, frutal, ligero, de correcta acidez, goloso y equilibrado. No sabemos qué vinos vendrán a continuación ¿Biodinámicos, con raspón, sulfuroso, barrica, hormigón? Solo creemos estar casi seguros de que los mejores pagos son eternos.