Pepe Mendoza es uno de los enólogos más fiables y comprometidos del sureste español. Le avala una trayectoria de casi tres décadas y una forma de entender el mundo del vino que pasa por tratar de pensar como piensa la viña, hablar con las cepas y que éstas le muestren el camino para obtener la uva más expresiva. Durante mucho tiempo ha sido la cabeza visible de la bodega familiar Enrique Mendoza, una de las firmas más reconocidas por los amantes del vino que Pepe ha logrado consolidar a lo largo de los años en las guías de los grandes gurús del vino internacional con etiquetas como Santa Rosa, Estrecho o Las Quebradas.

Emprendedor insaciable, curioso por naturaleza y respetuoso con el entorno, decidió hace unos años, junto a su mujer, Pepa Agulló, abrir una nueva puerta, un nuevo proyecto mucho más íntimo y personal a partir de las catorce hectáreas de viñedo que cultivan en las zonas del Alto Vinalopó y la Marina Alta. Cepas plantadas, en algunos casos, hace cien años; varietales de origen mediterráneo, muchas autóctonas y todas con una singular adaptación al terruño donde han asentado sus raíces. Casa Agrícola se presentó en sociedad hace casi dos años con la misma ilusión de los niños cuando se acerca el día de Reyes y con una idea muy sólida, crear vinos que reflejen el Mediterráneo en cada botella.

Las uvas (en las catorce hectáreas de viñedo solamente dispone de varietales de origen mediterráneo) se cultivan de manera completamente natural, bajo pautas ecológicas y sin apenas intervención humana. Pepe busca en cada racimo «la expresión varietal de la uva» para elaborar vinos «diferentes, valientes, algo más radicales de lo que hasta ahora estaba haciendo». «Lo que buscamos con este proyecto» -añade el enólogo- «es trasladar la pureza del Mediterráneo a cada uno de los vinos que nazcan en la Casa Agrícola, para lo que vinificamos con raspón, con las uvas prácticamente enteras, y recurrimos al barro de las tinajas para darles personalidad».

Sus primeras vinificaciones han sido como un soplo de aire fresco en la DOP Alicante, y casi sin pretenderlo se ha convertido en ejemplo a seguir. Generoso y comprometido con el entorno, comparte con otros viticultores y bodegueros de la zona experiencias a pie de viña con la idea de que «sepamos entender a la viña y contribuyamos a que este legado siga pasando de generación a generación». La visita a la finca de Abargues de Julián Palacios (asesor de viticultura de algunas de las mejores bodegas de toda España) para celebrar una jornada con un grupo de agricultores ha sido una de las iniciativas que Pepe desarrolla para convertir Casa Agrícola en un motor de conocimiento enológico.

El enólogo consolida ahora este nuevo proyecto personal con vinos que encuadra en el sello «Pequeñas Producciones» y en el que presenta vinos como un blanco de Macabeo y Merseguera criado en ánforas o el tinto «El Veneno», un vino hecho con uvas de Monastrell que toma su nombre de la parcela de la que se nutre, plantada por un hombre apodado así por su mal carácter. Se trata de una parcela cultivada en vaso y estricto secano. Pepe fermenta el vino en pequeñas tinas con mucho racimo entero y el 50% del raspón para ganar en frescor y verticalidad y descansa doce meses en barricas de roble francés de 500 litros.

La historia de Casa Agrícola acaba de comenzar. Se escribe con pequeños pasos, pequeñas producciones, pequeñas parcelas€ pero también con un profundo respeto a la viña, al campo, al entorno y a la artesanía. Una vuelta al pasado que vaticina un prometedor futuro para el enólogo valenciano.