coger la copa de balón con la calidez que ofrece la mano y aspirar con suavidad el aroma de un brandy venerable es uno de los grandes placeres de la buena vida. Degustado a pequeños sorbos, los brandis añejos nos transmiten sus infinitos y deliciosos matices. El origen de su nombre proviene del neerlandés brandewijn, literalmente 'vino quemado'.

En la Comunitat Valenciana perdura la tradición de elaboración de licores, algunos tan arraigados como la Mistela o el café licor. Algunas destilerías atesoran botas de roble de brandis centenarios, los más nobles de los espirituosos, hechos con aguardiente de vino, no de melazas o de grano, y con un mínimo de 36 grados. Si no se cumplen estas condiciones no es brandy, sino una genérica 'bebida espirituosa', algo que desconocen muchos consumidores de la mayoría de las marcas más populares.

Destilerías Plà abrió sus puertas en Puçol en 1890 junto a un viñedo de uva Moscatel de los que todavía quedaban en la huerta de València. Allí instalaron dos alquitaras para la destilación, una de las cuales aún se utiliza para elaborar su anís seco. De ese mismo año data también la que ellos llaman la 'Barrica Mare', un cono de roble que contiene el Brandy Vell, junto con su sistema de criaderas y soleras compuesto de botas y barricas de donde salen las 600 botellas de cristal soplado que etiquetan a mano cada año.

Con una Solera de 130 años el Brandy Vell Inmejorable 1890 es de color caoba oscuro con tonos yodados y aroma intenso a maderas nobles y a pastelería, balsámicos, hoja de tabaco, plantas aromáticas. De paladar potente y aterciopelado, agradablemente cálido, maderas y alcohol integrados, cierto dulzor, redondo, complejo y sabroso, con un largo recuerdo en su fase retronasal en la que reaparece su riqueza de matices.