El Veneno de Pepe Mendoza es, por el momento, el vino de gama alta del proyecto personal de este viticultor y enólogo que, a principios de los noventa, revolucionó el panorama enológico de Alicante con vinos como Santa Rosa, Estrecho o Las Quebradas, elaborados por la bodega de su padre, Enrique.

El año pasado sacó los primeros vinos de su «Casa Agrícola», un blanco y un tinto de lo que él llama «vinos de paisaje»; y un blanco seco más radical de la gama «Pureza».

Hace unas semanas salió El Veneno, un tinto de Monastrell de una parcela muy particular, de la que Pepe asegura que «sale la mejor uva de esta varietal que he trabajado nunca, plantado hace 60 años en suelo franco arenoso, que fue propiedad de una persona apodada El Tío Veneno».

Con su larga y sabia experiencia en las luminosas tierras de Villena ha conseguido en este vino una acidez y un pH extraordinarios, que Pepe consigue al conducir la viticultura a una producción de apenas 400 gramos de uva por cepa, en secano. Y vendimia cuando él intuye que la fotosíntesis ya no va a aportar nada positivo. La intención es evitar la sobremaduración que presentan algunos vinos de la ribera del Mediterráneo.

El Veneno de 2017 proviene de una añada poco calurosa, lo que le ha favorecido. Las uvas se encubaron con parte del raspón y se maceraron solo lo justo, como si se tratase de una infusión, hundiendo el sombrero suavemente con las propias manos. En la copa su aroma es intenso, a frutas rojas y negras maduras, pero llaman la atención los recuerdos a aires de lavanda, de romero en flor y balsámicos. En el paladar se muestra fresco, el tanino es delicado, se aprecia un medido paso por barrica de 500 litros de roble francés, es sabroso, frutal, con garra y elegancia. ¿Cómo lo consigues, Pepe?