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José Hermida: "Me preocupa la violencia de género. Quizás no educamos bien a nuestros jóvenes"

«La pandemia nos obligó a inventarnos. Me ha encantado la respuesta institucional de la C. Valenciana. Todos fuimos a una y las cifras están ahí»

El general Hermida, en su despacho, ante una foto histórica de guardias civiles en la plaza de la Virgen. | M. Á. MONTESINOS

José Hermida Blanco (Muras, Lugo, 1957), un guardia «más de calle que de despacho» —no en vano fue tres meses agente raso antes de entrar en la carrera militar para convertirse en oficial— y, ante todo, un caballero que ha antepuesto la lealtad del compañero incluso a sus propios intereses, cesa este martes, al cumplir los cuatro años como general de brigada. Su ascenso a general de división le habría mantenido ocho meses más al frente de la Guardia Civil en la C. Valenciana. Pero no ha llegado. Bajo su gestión, caracterizada por la ausencia de conflictos internos e institucionales, la criminalidad ha tenido las mejores cifras.

En dos días, dejará la jefatura de la Guardia Civil en la C. Valenciana. ¿Qué se deja por hacer?

Estos cuatro años se me han pasado volando y

la pandemia ha condicionado mucho no solamente el trabajo, sino las relaciones sociales, los viajes que no se han podido hacer.

.. En lo personal, me ha quedado mucho por conocer de una comunidad que tiene mucho que ofrecer y no he podido aprovechar... En lo profesional, creo que hemos hecho hemos, y lo digo en plural, una buena labor. Pero seguimos teniendo dos retos fundamentales por delante: la ciberdelincuencia, de ahí que ahora se vayan a crear unidades más especializadas para combatir ese pequeño delito, la estafa, los fraudes en las compras, el ‘phishing’, que no han dejado de aumentar y afectan directamente a la población, y la violencia de género, que no es una labor solamente de las fuerzas y cuerpos de seguridad... Tiene que haber un cambio de mentalidad, una educación en el respeto. A lo mejor la educación que estamos dando a los jóvenes ahora no es la más adecuada en ese sentido, porque los resultados están ahí...

¿Cuáles son las espinitas que se le quedan clavadas?

Los homicidios que aún están por esclarecer. Pero que tengan claro que la Guardia Civil nunca deja nada olvidado y los especialistas de Homicidios de València son grandes profesionales. Al final, incluso pasado un tiempo, acaban por resolverlo. Es importante tener paciencia y esperar a tener las pruebas aseguradas. Y, cómo no, encontrar el cuerpo de Marta Calvo para llevar paz a su familia es otra de esas espinas.

Con usted, los índices de criminalidad no han dejado de bajar...

Es una labor de equipo, desde el primer guardia hasta el general. Dejando aparte 2020, donde el confinamiento hizo bajar hasta un 90 % la criminalidad por razones obvias, vemos que respecto de 2019 los delitos siguen bajando. Y no solo eso: continúan aumentado la eficacia, los detenidos y los delitos esclarecidos. Este es el resultado del trabajo que hace nuestra gente con los medios y con las limitaciones que tiene.

Una de sus preocupaciones al llegar era la violencia de género. Entonces reflexionó diciendo que había casi tantas víctimas del machismo como de ETA. Era 2017 y hace tiempo que superamos esos números. ¿Qué sigue fallando?

Es un problema tan complejo, con tantas facetas, que es complicado desde el punto de vista policial. Policialmente, es un delito fácil de investigar, casi siempre, pero muy difícil de prevenir. Muchos de los ataques mortales no son fruto de un razonamiento lógico, sino de la ira, de un impulso. Y sin denuncias, no podemos protegerlas, no sabemos qué está ocurriendo dentro de esa alcoba. Creo que los protocolos están funcionando. Y hemos avanzado en la protección de la víctima, pero, aún así, cuando alguien a quien no le importa morir decide matar, ocurre como con el terrorismo yihadista, es casi imposible evitarlo. El caso de la Vila Joiosa es un ejemplo. Solo hay dos vías para evitarlo, o envías a prisión al hombre, y para eso tienen que darse unas circunstancias previas, o proteges a la víctima obligándola casi a un cambio de vida, porque él lo sabe todo de ella, sabe dónde y cuándo encontrarla. Y esto es también una victimización para ella. Es sobre todo un problema de educación, de cultura, de respeto.

Las agresiones sexuales tampoco dejan de crecer. ¿Qué está ocurriendo?

Hay un aumento de la violencia generalizada y, vuelvo a repetir, una pérdida de valores esenciales para la convivencia. Es una tendencia peligrosa. Se nota en los delitos de carácter sexual, pero también en otras situaciones. Hay un aumento preocupante del egoísmo, del individualismo, falta de empatía. En el caso de los delitos sexuales contra las mujeres es lo mismo. Las mujeres se han liberado y algunos hombres con mentalidad retrógrada creen que es su derecho aprovechar determinadas circunstancias. Se nos está dando mucho. Pero también hay otros factores, como el mal uso de las tecnologías. No puedes poner en manos de un niño de 10 años y sin control una máquina como es un teléfono inteligente. Un cuchillo ha sido fabricado para cortar alimentos, pero en las manos equivocadas, puede servir para degollar... La pornografía no ayuda a desarrollar una sexualidad sana. Vuelvo a lo mismo: la educación. Sobre todo, en la familia, en los primeros años. El niño aprende en el ejemplo de sus padres, y educar es mucho más que tener dinero y darle todos los caprichos a los hijos.

Los delitos de odio, ¿preocupan en la Guardia Civil?

Claro que preocupan. Nosotros sabemos muy bien qué es un delito de odio, lo venimos sufriendo desde hace tiempo [sonríe]. Pero tampoco hace falta sufrirlo para entenderlo y combatirlo. Todos podemos ser objeto de una situación difícil o humillante. Con los desahucios, por ejemplo: vale, hoy me toca a mí, pero mañana te puede tocar a ti. Esa es la realidad.

En estos cuatro años, ha habido varios casos muy mediáticos. ¿Es difícil trabajar así?

La presión de los medios se deja notar, pero otras presiones son más fuertes. Los guardias, y yo he sido operativo muchos años, estamos acostumbrados a trabajar bajo presión. Pero luego, esa presión no se traslada solamente a los investigadores, sino a los responsables políticos, que a veces se ponen nerviosos y quieren resultados. Y para eso estamos los mandos, para parar todo ese choque y que el investigador pueda trabajar con tranquilidad y sin que a él le moleste.

Quién le iba a decir que le tocaría lidiar nada menos con una pandemia global...

Nadie imaginó nunca algo así. Estaba en el terreno de las películas. Nos obligó a inventarnos, a improvisar. A mí me ha encantado como cómo reaccionó la Comunitat Valenciana, sus responsables, ante la pandemia. La respuesta institucional fue impresionante. Desde el principio se creó un grupo de trabajo, con reuniones diarias —al principio, mañana y tarde, y luego cada mañana— y todos fuimos a una. Sin discrepancias. Cada uno, desde su función. Yo me quedé sorprendido de lo bien que funcionó el sistema. Las cifras de la incidencia en esta comunidad están ahí.

¿Se arrepiente de algo en estos cuatro años? ¿Qué cambiaría si hoy le llamase el ministro y le dijese que le van a ascender y que tiene ocho meses más por delante?

No, no, que no me ascienda, que no hace falta, ¿eh? Solo que me deje quedarme hasta la jubilación. ¡Firmaba ahora mismo, vamos! [ríe de manera franca]. ¿Arrepentirme? No, si me hubiera arrepentido, lo habría hecho. Hay que mirar siempre al futuro. Como balance, te diré que para mí ha sido un destino de los más satisfactorios que he tenido. Y, sobre todo, estoy muy orgulloso de los guardias civiles que he tenido en esta comunidad. La calidad humana es lo mejor de la Guardia Civil. Recuerdo, cuando las inundaciones de Orihuela, un guardia que iba de buena mañana repartiendo comida en una zodiac, caminando, con el agua hasta el pecho. Le preguntaron que hasta cuándo estaba de servicio, y el hombre respondió: «No, si hasta las dos no entro». A eso me refiero. ¿Cómo no va a responder el mando con gente así?

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