El incidente por el que acabó detenido por malos tratos José Antonio A. C., en prisión por asesinar a cuchilladas a su hijo de 11 años en Sueca el pasado 3 de abril, en agosto del año pasado, ocho meses del crimen vicario que ha convulsionado a la sociedad valenciana y española. Y no fue un incidente ni menor, ni aislado.

Ocurrió el 10 de agosto, entre las 12.30 y las 14.00 horas, cuando su ex mujer llevaba un mes separada de él, oculta en casa de sus padres, en Cullera, buscando protección tras irse con su hijo de la casa familiar en Sueca. El atestado elaborado por la Guardia Civil de Cullera tras la detención de José Antonio A. C. no solo revela, tal como informó ayer Levante-EMV, que su víctima, su ya exmujer en aquel momento, no solo informó hasta en dos ocasiones de que había una demanda de divorcio pendiente en los juzgados de Sueca, sino que los agentes plasmaron en ese informe policial datos muy graves que hacían temer una reincidencia.

Para empezar, José Antonio A. C. fue arrestado porque ese día se coló, a escondidas y con una llave que no había devuelto, en la casa de sus exsuegros, en Cullera, donde sabía que encontraría a su exmujer y a su hijo. Y lo hizo armado con dos cuchillos de mesa –muy similares al que empleó el domingo pasado para asesinar a su hijo– que ocultaba en un riñonera. Aprovechó que no había nadie para sentarse a esperar a la mujer y al niño.

Pero quien llegó fue el hermano de su exesposa, quien llamó a esta para alertarla de la presencia de José Antonio A. C. Al instante, la mujer, con sus padres y el niño, acudieron y trataron de que se fuera a su casa, en Sueca, pero «se puso agresivo» y amenazó con que solo abandonaría la casa si lo hacía con el niño y con ella.

En ese momento, llamaron a la Policía y varios vecinos acudieron alertados por los gritos, llegando a intervenir «para retener al investigado y evitar que se agravara la situación». José Antonio A. C. se zafó de quien lo retenía y salió corriendo al ver llegar las patrullas de la Policía Local, que acabaron deteniéndolo después de ver cómo se escondía torpemente entre unos cañares.

La víctima denunció cada detalle

Fue en ese momento, cuando le requirieron las llaves del piso de los suegros, cuando los policías le encontraron los dos cuchillos ocultos en la riñonera.

Entre tanto, otra patrulla atendía a la mujer, que estaba «muy nerviosa y llorando» y les informó de que estaban «en trámites de divorcio y él no quería divorciarse» y que en ese momento «ya llevaba varios días acosándola tanto por teléfono móvil» como presentándose en casa de sus padres. También contó que trataba «de manera agresiva que ella volviese a casa con él, diciéndole que no se marcharía del lugar» hasta que ella y el niño se fueran con él.

Ese día, José Antonio A. C. mostró, a juicio de todos los testigos, evidentes signos de embriaguez, hasta el punto de que su exmujer se ofreció a llevarlo de vuelta a Sueca en su coche. Pero se negó en rotundo porque ella no quería ir sola, sino acompañada por sus padres, lo que alertaba de sus intenciones.

No es un relato nuevo ni recién obtenido. Es el extenso y pormenorizado informe de la Policía Local de Cullera que dio origen al atestado elaborado por la Guardia Civil, del que obviamente forma parte, y que fue entregado al día siguiente junto con el detenido a la jueza sustituta del Juzgado de Instrucción número 4 de Sueca. El mismo atestado que ya recogía, en la declaración de la víctima ante la Guardia Civil, que existía un proceso de divorcio judicializado.

Pese a la contundencia y solidez del relato policial, al día siguiente, durante el juicio rápido celebrado contra José Antonio A. C., que pasó esa noche en los calabozos de la Guardia Civil, solo se le condenó, tras llegar a un acuerdo con él, por un episodio ocurrido seis meses antes, en febrero, cuando cogió a su mujer por el cuello y la estampó contra una pared, manteniéndola unos segundos en esa posición, después de que ella le anunciara que quería separarse. Pero nada se menciona en la sentencia ni del acoso recogido por la Policía Local y por la Guardia Civil y reiterado por ella en su declaración policial, ni de la agresividad, ni del allanamiento de morada al entrar sin permiso en casa de los exsuegros, ni de la existencia de los cuchillos.

La condena fue, tal como ha venido informando este diario, de 40 días de trabajos en beneficio de la comunidad.

¿Por qué no hubo pulsera?

Tal como adelantó ayer este periódico, el cuestionario cerrado que se sigue para determinar la valoración policial de riesgo (VPR) arrojó un resultado automático de «medio», pero, dado que él había estado en tratamiento psiquiátrico y no tomaba la medicación, que la escalada de amenazas y acosos habían ido en aumento y que abusaba del alcohol, el sistema calificó el caso de «especial relevancia», lo que multiplicaba por ocho el riesgo de muerte para la víctima. Es decir, había un escenario que alertaba de que la mujer, al menos, estaba en riesgo de homicidio, que lo que significa de especial relevancia, según las instrucciones del sistema VioGén.

Por ello, la Guardia Civil incluía en su atestado, destinado a la jueza, pero también a la fiscal y a la abogada de la víctima, dos sugerencias salidas del propio proceso automático de VPR y que forman parte del protocolo en violencia de género: que al agresor se le sometiese a la valoración forense urgente para complementar la valoración policial de riesgo y «determinar las medidas de gestión del riesgo más pertinentes» e «instar a la Fiscalía el seguimiento obligatorio del agresor» con una pulsera telemática de control. Pero ni el condenado fue visto y evaluado por el forense ni se le colocó dispositivo alguno de control de la orden de alejamiento que se le impuso, como pedía el sistema VioGén, sin que nadie haya explicado aún las razones para no hacerlo.