Andreu Palou presidió el comité científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición y fue vicepresidente del panel científico de nutrición de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas en inglés), el organismo que debe autorizar la distribución y el consumo de cualquier alimento en el continente europeo desde el año 1997. También ha trabajado en el nuevo marco europeo de declaraciones de salud en los alimentos con el que se intenta evitar la publicidad engañosa y que se vendan algunos alimentos como productos milagros que aseguren, por ejemplo, que su consumo mejora el optimismo. "Se presentaron 44.000 productos para obtener su declaración de salud y finalmente solo se autorizaron 244", revela el catedrático.

-La FAO acaba de recomendar la ingesta de insectos como medida para combatir el hambre. ¿Qué insectos podríamos comer?

-Hay al menos mil especies de insectos comestibles que son parte de la dieta de más de 2.000 millones de personas en todo el mundo. Aquí no se acostumbra a ingerirlos, pero desde el punto de vista nutricional son una fuente rica en proteínas, vitaminas, minerales y ácidos grados poliinsaturados. También desde el punto de vista económico son interesantes ya que su coste de producción es relativamente bajo comparado con lo que cuesta la carne, por ejemplo. Lo que pasa que en Europa hay barreras para la introducción de estos nuevos alimentos. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria es la encargada de autorizar la distribución y el consumo de nuevos alimentos a partir de 1997.

-¿Qué inconvenientes podría traer su consumo en Europa?

-Se podría dar un riesgo de un incremento de las alergias. En México la población está muy acostumbrada a ingerir insectos e incluso alacranes y escorpiones, pero no pasa lo mismo con los ciudadanos europeos, cuyos organismos no están acostumbrados a este tipo de alimentación. Habría que valorar cada caso en particular y desechar, por ejemplo, aquellos insectos que estén en contacto con toxinas. No obstante, se trata de una propuesta interesante a la que sin duda llegaremos con la globalización de la alimentación.

-La carne de caballo está apareciendo por todas partes, ¿hemos de preocuparnos?

-La carne de caballo ha propiciado un fraude alimentario, no se trata de un problema de seguridad alimentaria. La carne de caballo es más barata en muchos países y mezclarla con otra ha debido reportar beneficios a algunos desaprensivos, pero el consumo de esta carne no es perjudicial para nadie. De hecho, es muy rica en hierro y es muy recomendable en casos de anemia. Simplemente se ha tratado de una deficiencia asociada a una falta de control alimentario.

-¿Se pueden consumir tranquilamente los yogures con fecha caducada?

-Siempre que tengan buen sabor, sí. No me pronunciaré tan contundentemente como el ministro (Arias Cañete declaró sin pelos en la lengua que él los ingería caducados), pero no creo que comer yogures caducados vaya a provocar un problema de seguridad alimentaria. Lo que sí opino es que las empresas podrían alargar, y generosamente, su tiempo de caducidad.

-¿Fecha de caducidad o consumo preferente?

-Hombre, en el segundo caso no se trata tanto de un problema de la pérdida de las características organolépticas del alimento. No obstante, todo esto se solucionará cuando se apruebe el mismo etiquetado para toda Europa, medida que entrará en vigor en diciembre de 2014.

-¿Y cómo será?

-Deberá tener un tamaño de letra mínimo de 1,2 milímetros, lo suficiente para que sea perfectamente legible excepto en aquellos alimentos que no tengan una superficie suficiente para acoger un mensaje con este tipo de letra.

-¿Y aparte del tamaño de la letra?

-Deberá haber un etiquetado nutricional obligatorio que informe de las grasas que contiene el alimento y cuáles de ellas son saturadas, las perjudiciales. También deberá indicar los hidratos de carbono y cuántos son azúcares sencillos, las proteínas, la sal y el contenido energético. Y todo ello expresado por cada 100 gramos o cien mililitros de producto.

-¿Por qué este cambio?

-Porque la tendencia en Europa es hacer cada vez los alimentos más saludables. Esto es, con menos grasas saturadas, menos azúcares sencillos y menos sal.

-Participó en el grupo europeo que ha trabajado en las declaraciones de salud de los alimentos para evitar las publicidades engañosas ¿Fue una labor ardua?

-Sí. Se presentaron más de 44.000 declaraciones de salud de muchos alimentos de las que se aceptaron inicialmente unas 4.000 y al final solo se autorizaron 242. De lo que se trataba es que si un alimento dice que ayuda a rebajar el colesterol, efectivamente sea así y esto sea demostrado con criterios científicos. Y de estos 242, el núcleo duro, aquellos alimentos que sí han certificado que suponen una reducción del riesgo de algo nocivo, han sido tan solo ocho, cuatro que contienen estanoles, esteroles o fibra alimentaria que reducen los niveles de colesterol y otros cuatro que previenen la caries dental.

-Pues mi médico me desaconsejó el consumo de estos productos que dicen rebajar los niveles del colesterol malo...

-Bueno, pues creo que está bastante demostrado que los esteroles vegetales reducen entre un 10 % y un 15 % los niveles de colesterol malo si se consumen entre dos y tres gramos por día. Por otra parte, el consumo de estatinas (fármaco usado para rebajar los niveles de colesterol) también tiene sus efectos secundarios. Lo que pasa es que los médicos tienen poca formación en nutrición pese a que los alimentos son los responsables de más de la mitad de las enfermedades.

-¿Qué declaraciones de salud fueron las más rechazadas?

-Como un alimento antioxidante, cualidad de la que muchos presumen, solo se ha autorizado uno que es un aceite que contiene unos polifenoles presentes en el aceite de oliva y en las aceitunas. El problema es que tenemos una carencia de biomarcadores para poder determinar que un producto tiene efectos antioxidantes o antienvejecimiento.

-¿Se están dilapidando muchos alimentos aptos para el consumo?

-Yo creo que sí. Y se ha visto en estos tiempos de crisis que personas sin recursos acuden a las basuras de los supermercados para recuperarlos y consumirlos, pero este sistema no es el más adecuado y creo que debería incrementarse la colaboración entre las empresas y la Administración para, por ejemplo, ajustar las fechas de caducidad.

-¿Está provocando la crisis económica una vuelta a la dieta mediterránea, al consumo de legumbres y de pescado?

-Lo que está provocando la crisis es que cada vez se están consumiendo alimentos más baratos con más grasas saturadas y más sal y se está dando una mayor prevalencia de enfermedades como la diabetes y la obesidad entre las clases más bajas.

-¿Y cuál es la solución?

-Potenciar el consumo de los alimentos de proximidad. Intentar consumir más pescado de aquí aunque evitando hacerlo más de una vez por semana si se trata de tiburón, pez espada o grandes túnidos. Y desaconsejarlo a las mujeres embarazadas.

-¿Por qué?

-Porque se trata de pescados grandes, y viejos, que han acumulado en la grasa mucho metilmercurio y su consumo en grandes cantidades puede resultar perjudicial para la salud. Todo lo contrario que el pescado azul.