Un espectáculo en general aburrido, de escaso contenido y deslucido, que acabó remontando algo en su tramo final.

Los novillos de Cebada Gago, otrora triunfadores en esta plaza, estuvieron correctamente presentados. Variados en sus capas y en general serios por delante, su comportamiento resultó desigual y en general deslucido.

Se dejaron, eso sí, pegar fuerte en el caballo.

Sin clase ni entrega e incómodo el burraco primero, desparramó en los primeros tercios el castaño segundo, que fue y vino sin celo ni calidad aunque medio dejándose. Remiso y noblón el de rejones, tuvo fondo el blando cuarto, que no se entregó por su escasez de fuerzas y, pese a embestir descompuesto el quinto, tuvo buen tranco, obedeció los toques y no paró de embestir.

El mejicano Arturo Saldívar no acabó de estar a gusto con el primero, y mostró buen concepto y que conoce la técnica y el oficio en el cuarto, al que no le perdió la cara a pesar de una voltereta, luciéndose al torear al natural.

Por su parte el francés Thomas Joubert firmó dos labores faltas de quietud y muy movidas. Suelto, aunque siempre al hilo y fuera de cacho, dio muchos pases pero presididos por la vulgaridad.

Y al rejoneador alcarreño López Bayo se le vio entusiasta, aunque aperreadillo y desacertado.