Siempre se ha visto el Concilio Vaticano II como una revolución desde dentro. ¿Cuáles fueron, en su opinión, los principales aspectos de esta revolución?

Más que revolución, prefiero decir que fue una primavera, porque revolución parece algo más político, y aquella fue una experiencia espiritual de la Iglesia; de la recuperación del sentido comunitario y una promoción del laicado para que ayudaran a los religiosos en la tarea de la evangelización. Muchas cosas han cambiado, pero el concilio mantiene su actualidad.

¿Haría falta ahora un proceso similar?

Creo que no, tendríamos que volver a los documentos del Concilio mismo, volver a leerlos, interpretarlos y aplicarlos.

¿Hay aspectos que no se han desarrollados?

No del todo, como la participación de los laicos, la liturgia o recuperar un sentido más comunitario de la Iglesia, menos jerárquico.

Pero precisamente esas son las cuestiones que más cambió el Concilio. ¿Se puede llegar todavía más lejos en la liturgia?

Siempre se puede mejorar. Creo que, sin revolucionar nada, la liturgia tendría que conseguir que la gente participara más. Ahora hay resistencias y hasta nostalgias de una manera antigua de celebrar, un acercamiento más estético que litúrgico.

Pasar de dar la misa de espaldas y en latín, a hacerlo de cara y en el idioma del país ya fue un gran cambio.

Sí que lo fue, y muy bueno. Cuando hace poco se habló de la posibilidad de volver a una liturgia antigua fueron precisamente los sacerdotes mayores, los que lo vivieron, los que se negaron.

El alejamiento de los ciudadanos de la Iglesia es cada vez mayor, en especial de los más jóvenes, y esto se ve en la disminución de vocaciones

Creo que esta disminución de las vocaciones debe ser leída también en un contexto social, político y económico. Todo contribuye a que los jóvenes conozcan cada vez menos a Cristo.

¿Cómo cree que se debe abordar este alejamiento de las nuevas generaciones?

Juan Pablo II hablaba de la nueva evangelización y el papa Benedicto creó un Pontificio Concejo con esta tarea. Yo creo que, sin cambiar el mensaje,se puede modificar el lenguaje. Creo que sería una forma de hacer llegar el mensaje a los más jóvenes.

Hay cuestiones como la sexualidad, el matrimonio homosexual o la reproducción que chocan con la visión que la mayoría de los jóvenes tiene hoy en día.

Hay ciertos límites. Es cuestión de entender el sentido verdadero las proposiciones del magisterio, de la misma revelación.

¿Cómo se ve desde Roma el enfado en los países musulmanes por el vídeo y las viñetas sobre Mahoma?

Tenemos que ser respetuosos; encontrar una manera de relacionarnos que no hiera ninguna de las sensibilidades. Si les ofende, mejor no dibujar a Mahoma.