Había llovido durante buena parte de la tarde y amenazaba tormenta cuando, de repente, salió el sol. Y salieron Isabel y Mario de sus habitaciones -o habitación, que la organización, prudente, no quiso descubrirlo-. La reina del couché, consciente de su papel, ofreció la amplia perla de su sonrisa al objetivo de las mismas cámaras que con elegancia había rehuído días antes. Eso sí, para cruzar el centenar de metros que separan el hotel Edition -a 650 dolares la noche- y el edificio Commodore, recurrió a un vehículo para evitar aglomeraciones, empujones, cualquier imprevisto y hasta la rebelde gota de sudor. En la nueva tienda de porcelanosa se juntó con las celebridades americanas que conocieron los detalles de la exposición y las novedades de la marca directamente de boca de María José Soriano y su marido, Silvestre Segarra, y los hermanos Héctor y Manuel Colonques, como anfitriones.

Mientras, el resto de los 700 invitados -500 de ellos, americanos- ocupaban el decorado Madison Square Park alquilado para la ocasión por 750.000 dólares. Una exquisita organización distribuía a un mar de famosos, arquitectos, constructores y clientes en general en variopinta mezcla durante un cóctel amenizado por un trío de jazz y el inevitable cuadro flamenco que congregó a todos los americanos a su alrededor haciéndose selfies. Porcelanosa sabe los que hay que ofrecer en cada sitio y momento.

Meredith Vieira, famoso rostro de la TV norteamericana, fue la presentadora y la encargada de encender la iluminación de la fachada. Poco después, la cena en las carpas a donde se incorporaron los invitados procedentes del Commodore. Gritos, flashes y hasta empujones obligaron a la megafonía a intervenir dos veces para deshacer la algarabía. El menú consistió en un chupito de sopa de tomate marinado con melón, bogavante sobre fondo de mango y filet mignon con una base de cebolla y champiñones y una tarta de chocolate. Todo regado con un Albariño Pazo Barrantes 2013, un tinto rioja reserva Finca Ygay 2010, Marqués de Murrieta y champagne brut premier Louis Roederer.

Porcelanosa dispuso varios parlamentos intercalados durante el servicio de la cena para evitar saturar a los presentes, sabia medida para atender los protocolarios agradecimientos de oradores de la presentadora, de Richard Gere y Sarah Jessica Parker. Mención aparte la intervención de la musa de Porcelanosa, Isabel Preysler. Primero en inglés y luego en castellano, glosó las excelencias de la marca y agradeció la confianza depositada en ella durante estos treinta años. No en vano, nunca ha necesitado de contrato y siempre ha cobrado más de lo que esperaba por su servicio, según confesión propia.

Pero el momento álgido de la noche fue el discurso de Mario Vargas Llosa. El mago de las palabras, primero con un correcto inglés y luego con el castellano con el que ha ganado el Nobel de literatura y el Príncipe de Asturias, entre otros, destacó la importancia de aquellos empresarios de los años 70 que luchaban por sacar a España de la autarquía franquista, incidió en el trascendental momento en que se produce esta apuesta de Porcelanosa en el mercado americano para reforzar las relaciones económicas entre ambos países y concluyó estableciendo su particular paralelismo con los propietarios de Porcelanosa, «pues ninguno de nosotros tomamos nunca vacaciones y tampoco nunca nos jubilaremos». Cerró los parlamentos Silvestre Segarra, máximo exponente del proyecto de expansión de la firma en Estados Unidos y en especial de la tienda de Nueva York. En un sentido y emocionado discurso recordó la figura de su suegro, José Soriano, agradeció la acogida, el trato y las enseñanzas de los hermanos Héctor y Manuel Colonques e instó a los herederos de las familias Soriano, Colonques, Casañ y Benítez, a mantener la bandera del esfuerzo diario y la unidad entre todos para hacer realidad el lema de su fundador: Porcelanosa será lo que vosotros queráis que sea.

La salida del «famoseo» provocó nuevas avalanchas y bullicios, reforzado si cabe por la necesidad de iniciar de inmediato las tareas de desmantelamiento que se completaron milagrosamente en 24 horas. Aunque amablemente empleados de la organización conminaban a los invitados a abandonar el recinto -incluso al mismísimo Manuel Colonques para divertimento de quienes le acompañaban-, al mismo tiempo, un grupo flamenco destrozaba la mítica New York, New York de Frank Sinatra. Eso sí, luego regaló una composición con citas a Porcelanosa y a Vila-real mucho más acertadas.

Ya a la salida, se entregó una bolsa a todos los asistentes con sendas revistas de arquitectura y decoración cerámica, una reproducción en chocolate del edificio Commodore, una elegante vela aromática de vainilla de Madagascar y un ejemplar de la última novela de Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala. Los inevitables corrillos de despedida y el osado final de fiesta de algunos invitados fueron el colofón antes de unas horas de descanso y el regreso a casa. Todos abandonaron la Gran Manzana siendo conscientes de haber participado de un hito histórico para Porcelanosa, para Castelló y para España.