Lo dijo Machado, don Antonio, y Roca Rey, don Andrés, lo corrobora. El peruano parece que se haya grabado la cita a fuego: «Se hace camino al andar». Lo que nadie esperaba „creo que ni el propio torero„ es que la distancia recorrida fuese tanta en tan poco tiempo. Si le dicen a principio de temporada cuál iba a ser su situación en las postrimerías del mes de julio, al chico le da un pasmo. Ayer, otro golpetazo en la mesa, el segundo de esta temporada en Valencia, la plaza que lo ha lanzado al estrellato.

Las armas de este gallo de pelea son simples, pero no sencillas. Una ambición desmedida, una clarividencia inusual para un torero que no ha cumplido ni un año de alternativa y un corazón a prueba de bombas. Mucho queda por andar, pero nadie niega la extraordinaria capacidad y suficiencia que evidenció ante el primero de su lote, un ejemplar anovillado, ayuno de fuerza y casta, pero con la clase y la nobleza justas por el pitón izquierdo para que el limeño se permitiera relajar el cuerpo y torearlo a placer en los mismos medios de la plaza. El camino, por fácil que parezca, nunca lo es, como se evidenció en la hora de la verdad. El apacible burelito de El Pilar sacó su genio y enganchó a Roca Rey por el pecho. El diestro se asió con fuerza al pitón y tuvo a la gente en vilo durante el interminable forcejeo, del que afortunadamente salió indemne. Todavía con la paliza encima, cuadró al animal y le recetó una estocada fulminante que rodó al toro sin puntilla. Una oreja ganada a ley, que fue el preludio de otro gran triunfo, logardo ante el que cerró plaza, un toro con cierto peligro sordo y que acabó rajado en tablas. Hermoso se las vio con un toro frío de salida, que apuntaba constantemente a los adentros, pero con entrega cuando decidía emplearse.

Con «Disparate»dejó tres banderillas al quiebro y otra de dentro a fuera. Cabalgó a dos pistas, llevando al burel cosido a la cabalgadura. A lomos de «Pirata» puso banderillas cortas en un palmo de terreno. Pinchó en la primera entrada con el rejón de muerte y despenó al toro de un certero rejonazo al segundo intento. Palmas tras petición de oreja por parte del respetable, que el presidente no quiso atender. Al cuarto, un buen toro de El Capea que salió con muchos pies, le aplicó la medicina del temple y clavó un rejón de castigo a lomos de «Ágora», tras fijar al astado en los medios. Ya en banderillas, volvió a cabalgar a dos pistas en la monta de «Beluga», dejándose llegar mucho y efectuando varios quiebros por los adentros que provocaron la ovación unánime de los tendidos. Con «Donatelli», efectuó dos piruetas en la cara del murube incluidas y dos soberbias banderillas. Cerró función en la monta de «Pirata», con el que dejó una banderilla con suficiencia y dos cortas a dos manos que terminaron por convencer al público. Mató de rejón trasero y contrario que no causó el efecto esperado. Un segundo de similar factura, un pinchazo con un tercero y dos golpes de descabello malograron cualquier posibilidad de triunfo.

Manzanares, desdibujado

No estuvo el alicantino a la altura de la tarde. De entrada, pechó con un toro anovillado de cara, pese a los casi 600 kilos que marcaba la tablilla. Muy mermado de facultades tras los dos preceptivos encuentros con el caballo, en el que se empleó con denuedo. Faena de infructuoso esteticismo, condicionada por la falta de empuje del animal. Mató de estocada casi entera y tendida. Su labor fue aplaudida con benevolencia por parte del público. Con el quinto, un ejemplar que peleó bravamente en varas y que tuvo codicia, repetición y entrega, no planteó una faena con un guión claro. Lo más logrado fue un pase de pecho, en el que llevó al toro al hombro contrario y un par de naturales. Insuficientes méritos para la buena condición del astado, el mejor de la corrida.