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Sentir general

«Ciclo Beethoven»

Palau de la Músca (valencia)

Programa: Sinfonías números 1 y 7. Concierto para piano y orquesta número 3. Orquesta de Valencia. Solis­ta: Iván Martín (piano). Director: Yaron Traub. Entrada: Alrededor de 1700 personas (prácticamente lleno). Fecha: Viernes,

10 de febrero de 2017.

No ha podido tener mejor comienzo el segundo de los conciertos del ciclo que la Orquesta de Valencia y su aún titular Yaron Traub dedican a la integral de las sinfonías de Beethoven. Ya desde los primeros compases del Adagio molto que preludia la Primera sinfonía se percibió un sonido de calidad, minuciosamente calibrado y cuidado. Fue el inicio de una versión ciertamente admirable, de sonoridades, planos y dinámicas bien enraizados en la tradición. Puro pulso beethoveniano, sin desmadre y bien enmarcado en el momento de transición estética de la obra, cuando el compositor alcanza la treintena y se dispone a iniciar su gran salto al romanticismo, que culminará cuatro años después, en la Heroica.

Tan elevado nivel artístico y técnico, que contó con intervenciones notabílisimas de las trompas y una cuerda inusualmente empastada, se prorrogó en una versión no menos impecable del Tercer concierto para piano y orquesta, que contó con la participación solista del grancanario Iván Martín (1978), pianista de fuste, estilizado y de transparentes y diáfanas sonoridades, que se mueve como pez en el agua en los repertorios clásico y romántico. Apoyado en el acompañamiento natural e implicado de Yaron Traub y de unos profesores de la Orquesta de Valencia bien involucrados, encontró el punto de equilibrio perfecto entre mesura y rotundidad, para armonizar con técnica, sensibilidad y estilo una lectura cargada de precisión y claridad. Especialmente en el delicado y peliagudo inicio en solitario del Largo central, donde asomó con templanza el pianismo perfeccionista y detalloso que caracteriza al artista canario, uno de los valores más en alza del teclado español contemporáneo.

Por razones difíciles de entender, el orden, la mesura, la contención y la impecabilidad instrumental que caracterizaron toda la estupenda primera parte de la velada se truncó en la segunda, donde se escuchó una arrolladora Séptima sinfonía de tiempos vertiginosos que rozaron el desmelenamiento. Con las cuerdas razonablemente ampliadas en un atril por sección, la sonoridad creció para insertarse ya de lleno en el romanticismo. Traub, que dirigió todo el programa de memoria y prescindió del podio, se movió vehementemente entre los diferentes primeros atriles para impulsar casi físicamente su acelerada y enardecida versión, especialmente en el último movimiento, donde el Allegro con brio más pareció un desbocado moltissimo prestissimo rapidíssimo excesivíssimo€

Se produjeron ciertos desconciertos y patinazos instrumentales inéditos en la primera parte, particularmente en trompetas y trompas, de tan sustancial cometido en este brillante final. También la cuerda se resintió y menguó su estupenda intervención de la primera parte. Como contrapunto, el oboe Roberto Turlo se lució con un precioso sonido y fraseo en el Presto que Beethoven emplaza como tercer movimiento. Con todo, y pese a las sombras citadas, la versión resultó resplandeciente y plena de vitalidad contagiosa. Se impusieron Beethoven y la honestidad de sus intérpretes. El público, que abarrotaba el Palau de la Música, así lo entendió, y expresó su entusiasmo con una ovación tan larga como entusiasta. También los profesores de la Orquesta de Valencia se unieron al sentir general, y al final se resistieron a levantarse de sus asientos para brindar a Traub una cómplice ovación.

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