Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Regreso junto al mar

Regreso junto al mar

Conquistado el título de campeón, tras el 0-0 de Tenerife, y sin opciones de batir el récord de puntuación en Segunda, a los blaugrana les queda aupar a Roger y Raúl al Pichichi y al Zamora y, sobre todo, refrendar una temporada arrolladora, haciendo lo que se espera del campeón: vencer, o luchar a muerte para vencer; y no adulterar así un final de Liga en que, a falta de tres jornadas, todos se juegan algo, matemáticamente, excepto el Llevant y el Sevilla Atlético. Al margen de la necesaria profesionalidad de futbolistas y cuerpo técnico, el aficionado levantino asiste al final de temporada pensando en la próxima, pendiente, por una parte, de la confección de la plantilla y muy interesado, por otra, en que los dos clubs que le acompañen en su viaje de retorno a Primera no sean Getafe y Tenerife o Valladolid, rivales más complicados para luchar por la permanencia 17-18 que Girona y, pongamos por caso, Huesca. A priori, que luego nunca se sabe. Miren, si no, al Eibar de ese genio que se nos escapó, llamado Mendilibar, o al Leganés.

Hoy nos visita el Universidad Católica de Murcia, una atípica estructura deportiva que porfía por evitar el descenso y hacerse un hueco en nuestro balompié profesional, mientras el histórico Real Murcia disputa la promoción de ascenso a Segunda. Muñiz, sospecho, seguirá sin desballestar el once levantino y pondrá en liza un once competitivo y robusto para ofrecer la penúltima alegría a la parroquia de Orriols.

¿La cantera en Natzaret?

Uno de los proyectos más ilusionantes que maneja el Llevant es el retorno de la cantera al lugar del que jamás debió salir, la Valencia que mira a la mar. Natzaret parecía un destino perfecto: para el club y para contribuir a su inaplazable regeneración. Sin embargo, Catalán ha tropezado con la Autoridad Portuaria. Hace meses el puerto ya negó al antiguo pueblo de pescadores la dignidad que le hurtó en su día, cuando arrambló sus playas para ampliar muelles y dársenas, al resistirse, a sugerencia municipal, a conceder a Natzaret una salida al mar, aunque fuese simbólica, aunque se tratara de un pequeño muelle como los de Brooklyn, para respirar por la herida, para tumbar el muro de la vergüenza que hoy aisla y encajona a los vecinos. Tampoco tienen razón de ser las trabas puestas al Llevant para trasladar toda su escuela de fútbol a Natzaret, con un canon desorbitado. Para Valencia -y su puerto- debería ser motivo de orgullo que una escuela tan importante se instalara en la ciudad y que, además, contribuyera a regenerar un barrio maltratado hasta la extenuación. Parece hasta inmoral frustrar una oportunidad como esta para Natzaret, para el deporte valenciano y para todo el Cap i Casal. Si el puerto sigue en sus trece, habría que buscar alternativas con interlocutores más sensibles y de un simbolismo similar. Y la mejor es el PAI del Grau, un proyecto urbanístico heredado e innecesario para una ciudad con miles de viviendas vacías. Aquí, el club podría incluso rehabilitar la estación de tren, en pie, más antigua de España, como vía de acceso al largamente deseado Museu del Llevant. La lástima es que Natzaret, el patio trasero de Valencia, en feliz expresión de mi camarada Vicent Molins, perdería otro tren para su regeneración.

Compartir el artículo

stats