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Ruleta rusa

Ruleta rusa

Estoy aburrido de escribir de Quico, Tito y Muñiz. En tanto que columnista tienes la sensación de que ya lo has explicado todo del derecho y del revés y que corres el riesgo de caer en una tediosa reiteración: como cada encuentro del Llevant, como cada balón parado mal defendido, como cada rueda de prensa pospartido. En tanto que levantino han conseguido anestesiarte cualquier atisbo de ilusión. Vas al estadio como la res al matadero, con los ojos tristes y vidriosos, con el ánimo irritable, tan resignado que apenas tienes ganas de ondear el pañuelo.

Ayer releí Una cuestión de fe (Libros del KO, 2012), el texto en que Enric González disecciona el alma del Espanyol, habitada por personajes que nos son tan familiares como «l'oncle Gonsàles», que rezumaba amargura y melancolía, de camino a Sarrià, y que inició al escritor catalán en la militancia blanquiazul.

Se dice de ellos que son madridistas (y fachas) y hasta esta falacia nos suena: ya sabéis que, según algunos, Orriols está lleno de madridistas y culés, también. Se nos ha negado el pan y la sal, aquí y allá, como si no tuviésemos ni el derecho a ser «granotes» y «pericos», a decidir «afrontar un destino incierto y abundante en sinsabores» (González dixit), como si no tuviera sentido ser de un equipo sin ínfulas. Hoy se enfrentan Espanyol y Llevant, dos cosmovisiones hermanas. Lo entendí hace años, en Libre directo (Marca, 2004), el libro de José Mª Albert.

A veces me equivoco. Como todos. Y más aún escribiendo de fútbol. Por eso intento evitar los pronósticos y me inclino por los diagnósticos. Leo y escucho a amigos y a unos pocos periodistas deportivos (lean sobre Frank Bascome, por cierto).

De todo ello se puede encajar un puzzle, ensayar una mirada panorámica y diagnosticar al Llevant. Esta columna va básicamente de eso. Aquí se lanzó la primera voz de alarma, hace meses, sobre la capacidad de Muñiz, cuando el descenso aún se presumía lejano. No era un pronóstico; era un diagnóstico: las carencias del equipo son reiterativas desde hace 20 jornadas. Y son colectivas; no siempre individuales. Lo que ha sucedido, por ende, era previsible y remediable. Y ahora la situación es más crítica de lo que parece.

Estamos en la mesa, junto a Málaga, Dépor, Las Palmas, un revólver, un ambiente sórdido, sudor, hedor y miedo. Ruleta rusa. Todos los demás ya se han levantado. Quedan cuatro y tres balas en el cargador. El club fue incapaz de diagnosticar que aquel rumbo nos traía justo aquí. El calendario de final de Liga, además, nos da muchos boletos para no ser el privilegiado que escape del tiro en la sien. Un fracaso mayúsculo que no atenuará una victoria hoy, aunque se consiga al fin, ojalá. Hay futbolistas para hacerla posible, pese a Muñiz y todos sus errores. Es, de hecho, imprescindible hacerla posible.

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