La desaparición de las cajas valencianas del mapa viene a recordar otro episodio histórico de las finanzas locales. Cuando el Banco de Valencia cayó en manos del Banco Central y prácticamente desapareció de la escena económica, sumido en la apatía y el olvido de una gran entidad de carácter nacional. De aquel olvido lo rescató precisamente Bancaja, que ha llegado a convertirlo en la joya de la corona bajo la gestión de su consejero delegado, Domingo Parra. Ahora, de nuevo su futuro se presenta incierto a la espera de que se vayan concretando los detalles de la alianza que ayer firmaron oficialmente en Madrid los presidentes de Bancaja, José Luis Olivas, y de Caja Madrid, Rodrigo Rato, con los de las otras cinco pequeñas cajas que se han incorporado al SIP.

Pero de poco parece haber servido la lección del Banco de Valencia. Décadas después nos volvemos a encontrar igual: la principal institución financiera valenciana sumergida en una amalgama controlada por otra entidad madrileña. Y esta vez la cosa apunta peor; la sospecha de que más pronto que tarde Bancaja desaparecerá a la sombra de Caja Madrid se extiende como una mancha de aceite por el entramado empresarial, financiero y social valenciano.