Paso cada día por delante de la Llotja —en castellano Lonja— de València, i es un edificio que cuando más lo veo más me asombra. Sé que el entorno en el que lo miramos, la escala de los edificios, la configuración de estos barrios, cercanos, ha cambiado con los siglos. Los Santos Juanes estaba ahí desde mucho antes, y su fachada, enfrente, ha cambiado, porque no es la portada principal, que recae a la plaza de Maguncia, y mira un horrísono edificio, hijo de la mala voluntad de una alcaldía franquista, luego de destruir el palacio de los Parcent y hacer con él un aparcamiento y un jardín. Un palacio que era propiedad municipal, era un lugar relacionado con la historia de Valencia, con los Oldescalchi y la sedería.

También desapareció, mucho antes, el cementerio, que estaba delante de los Santos Juanes, y que durante mucho tiempo fue un almacén de puertas usadas. Ahí se ha levantado ése monstruo de acero, que afea el conjunto. Y que de momento no tiene remedio.

Junto a la Llotja está el Mercat Central, pero no siempre estuvo ahí. Es del siglo XX, y antes el mercadillo se hacía improvisado con puestos, como hemos visto hacer junto al Mercat de Mossen Sorell. Ahora es cuando esos tres monumentos, con el tiempo, parece que han ido ajustándose o casando. A espaldas, en cambio, está la iglesia de la Compañía, muy moderna, también siglo XX, donde estuvo sin duda el primer convento jesuita, que posteriormente fue cárcel de mujeres y durante los años de la Guerra Civil, escenario de dramas.

Desapareció también la Llotja de l´Oli, y no sé qué quedará de ella, en sus cimientos, o de sus sillares, si era tan elegante y hermosa como la Llotja dels Mercaders. Y por ello es imprescindible decir bien su nombre, poner bien los carteles, informar bien a los visitantes. Están en la Llotja dels Mercaders, no en la «Lonja de la Seda», como dice fuera. Esta «Lonja de la Seda» no ha existido nunca. Ésta es de los granos y a este comercio se ha dedicado hasta los años setenta del siglo pasado, que yo recuerde. Ni es de la Seda ni está en Velluters, o sería en tal caso Llotja dels Velluters. Tampoco existe ésto ni ha existido. Hay que leer a Salvador Aldana, que ha estudiado el monumento, en un libro que publicó el Consell Valencià de Cultura. Y así poner bien el rótulo correspondiente.

Si el lunes pasado, en la Universitat de València, Mayren Beneyto dijo que lo importante es el patrimonio, hay que tratarlo bien, y más cuando es patrimonio de la Humanidad, declarado por la Unesco. Pongamos bien su nombre, empecemos por algo tan sencillo, se llama Llotja dels Mercaders. No vale la pena inventar así. Ese maltrato, aunque sea de palabra, es hijo de la ignorancia. Y contumacia, si ha sido detectado, señalado y explicado. Cambiar a tiempo un poco puede servir para mejorar, cara a esos turistas y esos ciudadanos que visitan este extraordinario monumento. Vale la pena.