Groenlandia y Antártida. Alejadas unos 16,000 kilómetros estos inhóspitos territorios cuentan con algunas características esenciales en común. De enorme tamaño y rodeadas por mar, sus relieves sustentan los mayores inlandsis del planeta, es decir, grandes masas de hielo sobre tierra firme. Los casi dos millones de kilómetros cuadrados de hielo, cuatro veces España, que sustenta Groenlandia, quedan escasos frente a los cerca de 14 millones que se encuentran en la Antártida, la cual contabiliza el 80% del agua dulce del planeta y el 90% de su volumen de hielo, la criosfera.

Este enorme peso ha hundido y erosionado los soportes terrestres, algo lógico si consideramos que el espesor de las sendas masas heladas ronda los 3 kilómetros. La dureza del clima también les acompaña: las instalaciones antárticas costeras se mueven en torno a medias anuales de

-10 ºC, mientras que en el interior, la continentalidad, los vientos catábaticos y la altura dan récords mundiales como en la estación rusa de Vostok, a 3,420 metros de altura, con -55 ºC de media y un agosto de -67´9 ºC. El 21 de julio de 1983 se registraron ¡-89´4ºC!. Ningún observatorio groenlandés se acercará a estos valores simplemente porque todos se ubican en la costa.

Otro detalle que les une es la edad, pero aún siendo los dos antiguos, como en el tamaño, hay diferencias. El escudo helado groenlandés data de hace 110.000 años, mientras que el antártico es un auténtico dinosaurio: podría haber empezado a formarse hace 34 millones de años. Es en estos vastos bloques de hielo donde los científicos se han dedicado a perforar para conocer el pasado atmosférico y climático del planeta, más allá de los limitados registros de los observatorios. ¡Comprendan que CSI no me impresione!