No es la primera vez que desde diferentes instancias de poder se tiene la tentación de interferir en la independencia judicial. Lo vimos en Andalucía, cuando en octubre de 2013 los sindicatos CC OO y UGT se concentraron ante el Juzgado de la juez Mercedes Alaya para gritar contra la instrucción del caso de los ERE. Y mucho tiempo antes, también se produjo con la entrada de Barrionuevo y Vera en la cárcel, donde fueron arropados por toda la cúpula del PSOE, entre ellos y a la cabeza, el propio ex presidente del Gobierno Felipe González. Los márgenes de separación entre los tres poderes del Estado, esos mismos sobre los que se asienta la democracia, parece que son especialmente difusos cuando se habla de políticos.

Lo que ha pasado en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, con motivo de las declaraciones de Artur Mas, Irene Rigau y Joana Ortega, es un injerencia absolutamente reprobable respecto de la independencia de los jueces que lo conforman.

Como acertadamente ha indicado la Comisión Permanente de la Sala de Gobierno del alto tribunal catalán, esas concentraciones constituyen un ataque directo y sin paliativos a la independencia judicial, poniendo en entredicho uno de los fundamentos esenciales del Estado Constitucional. Es más, la gravedad de lo ocurrido se multiplica exponencialmente cuando muchos de los allí presentes son altos cargos del gobierno catalán, entre ellos el conceller de Justicia de Cataluña. Sin embargo, desde un punto de vista político, la fotografía del presidente catalán en funciones arropado por cientos de varas de mando de alcaldes, supone una inyección de oxígeno a un dirigente político que había sido dilapidado por las pasadas elecciones del 27-S e iba a ser relegado a un segundo plano. Por desgracia, ahora lo subirán a los altares. Igual que sucediera en el caso Bárcenas o Rato, se ha demostrado que la Justicia marca sus propios plazos, y en esta ocasión, los tiempos de unos y otros no han sido los más acertados. Nadie niega que Artur Mas presuntamente desobedeciera al Tribunal Constitucional al seguir adelante con su consulta del 9-N, incluso lo hizo con cierta provocación, quizás buscando la confrontación con el Estado y la fotografía que ha conseguido esta semana. Sin embargo, después de casi un año desde que se produjeron aquellos hechos, y cuando el varapalo electoral había roto Cataluña por la mitad y desinflado las aspiraciones independentistas, cuanto menos del proyecto encabezado por él, resulta un poco trasnochado todo lo que está sucediendo y hubiera sido más deseable mantener el debate sólo en el plano político.