One of us (uno de nosotros) es una iniciativa europea en defensa de los derechos inalienables de todos, también cuando fuimos embrión, porque ese paso fue necesario para ver la luz en este mundo. Es un lema que me ha venido a la cabeza con motivo de la iniciativa papal del año de la misericordia: cualquiera de nosotros hubiera podido ser€

Con esa intuición genial, aunque malévola, Nietzsche había advertido: el no-cristiano moderno no ha entendido aún lo que significa serlo. Cuando más se abandona la raíz de la que nos hemos nutrido durante generaciones, más nos percatamos de que ese hueco dejado es rellenado con un veneno que quizá, al principio, embriaga, pero que inexorablemente lleva a la ruina.

En este mundo en que nos encontramos, de temores y de cierta desolación, se aúpa la voz del Papa Francisco. La misericordia es un concepto que nos suena extraño. Y, sin embargo, cada vez es más necesario. Porque la misericordia nos habla de perdón, de reconciliación, de comenzar de nuevo, de acogimiento del desvalido€

Para nosotros, la noción, hasta cierto punto ansiada, es la de justicia: ¡que caiga todo el peso de la ley! Claro que, cuando nos toca, no pensamos de la misma manera (una infracción de tráfico, una multa del fisco, etc.). Pero para Dios, la cosa es distinta. Y es diferente desde el momento en que se hace presente entre nosotros con la encarnación de Jesucristo. En Él se cumple la promesa del profeta: es más fácil que Dios contenga la ira que la misericordia. La experiencia cristiana es transformante y transformadora, porque ahora sabemos que, al revés que los hombres, si Dios se detuviera en la justicia dejaría de ser Dios, sería como todos los hombres que invocan respeto por la ley. Porque, en palabras de Tomás de Aquino, ?es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia. No es un signo de debilidad, sino más bien la cualidad del poder divino. Algunos dicen que Dios no existe porque no actúa y no remedia los males. No caen en la cuenta de que Dios usa de misericordia en una cantidad impensable para nosotros. Nos sobra afán justiciero y nos faltan entrañas de misericordia. Por eso no vemos a Dios.

A las personas de hoy, en la era digital, en la sociedad postmoderna de autorrealización, nos cuesta trabajo reconocernos necesitados de ayuda, de misericordia ante nuestro desvalimiento. Y hemos de caer en la cuenta de que es precisamente esto lo que nos hace humanos. En la selva, no hay contemplaciones.