Al comienzo de cada año se suele hacer recuento de efemérides a celebrar, eventos programados y previsiones o predicciones económicas, políticas, deportivas, climáticas, astrológicas y de todo tipo; recuento del cual surgen agendas individuales o colectivas, personales o internacionales, confluentes o divergentes.

En los medios y redes, además de los horóscopos (occidentales y orientales), las profesías de Nostradamus (siglo XVI) o el novedoso anuncio del comienzo del fin del mundo (en 2019) por dos Testigos del Apocalipsis residentes en Armenia (Colombia), se recuerda que estamos en el año de la Misericordia (por el Papa Francisco) y de las Legumbres (por la ONU); y circulan programas de conmemoración de los cuatrocientos años de la muerte de Cervantes, de Garcilaso de la Vega y de Shakespeare, o de los seiscientos de El Bosco; así como anuncios de los Juegos Olímpicos de Río; de la Copa América (de fútbol) en EEUU, la canonización de la Madre Teresa de Calcuta y otros eventos de muy diferentes contenidos y ámbitos, que tendrán lugar a lo largo de 2016.

Pero hay dos que, a la fecha, no han recibido la debida atención en España y Colombia, países que pueden tener el protagonismo que quieran las autoridades y los/as ciudadanos/as: El V Congreso Mundial de Líderes Locales y Regionales, en Bogotá, en octubre; y la XXV Cumbre Iberoamericana, en Cartagena de Indias, en noviembre. En el primero se reunirán representantes de las más de 1000 ciudades de 95 países que forman parte de la Red Mundial de Gobiernos Locales y Regionales (CGLU); y en el segundo, jefes de estado y de gobierno de los 23 países que integran la Comunidad Iberoamericana.

Con independencia de los temas a tratar en ambos eventos (relacionados con desarrollo, sostenibilidad, juventud, educación y emprendimiento), cabe señalar que en el primero, el protagonismo corresponde a las autoridades municipales y autonómicas elegidas en España en mayo del año pasado (que tomaron posesión en junio), y a las municipales y departamentales elegidas en Colombia en octubre, que tomaron posesión el pasado 1 de enero. Y, en el segundo, al gobierno colombiano que tomó posesión en agosto de 2014 y al español que lo hará en febrero o marzo si, como ha pasado en Catalunya, se evita la celebración de nuevas elecciones.

La pregunta general pero pertinente (por las coyunturas que viven los países aludidos y otros) ha sido planteada desde el siglo V AdC, reformulada por pensadores religiosos y laicos desde entonces, retomada por la plataforma Fraternizando este año y puesta al orden del día, en el plano político, por el PSOE y Podemos en las pasadas elecciones:

¿Acaso el hilo conector entre el atributo divino de la misericordia y el producto agrícola de las legumbres, que permita establecer puentes de solidaridad y concordia entre vecinos/as y pueblos en todo el mundo, no es la fraternidad? El llamado a construir fraternidad de Iñigo Errejón, cuando recogió su acta de diputado hace unos días, puede y debe ir más allá del reconocimiento de la nación de naciones que es España desde su creación como Estado: Avanzar hacia el reconocimiento y el re-sentimiento de la especie de especies que es la humanidad y de la aldea de aldeas que es el planeta.

Aspasia, Francisco de Asís, Spinoza, Voltaire o Domènech nos ayudarán a repensar y re-sentir el tema; y el V Congreso y la XXV Cumbre serán escenarios clave para impulsar hermanamientos concretos y efectivos entre ciudades y países. Se trata de elaborar y compartir agendas confluyentes en la construcción de fraternidades.